En febrero del año 1940, los paracaidistas
fueron trasladados a los aerodromos de Ostheim y Butzweilerhof, ambos cerca de Colonia, desde donde partiría la operación.
Allí llegaron también los planeadores,
que fueron ensamblados en cinco días por los mecánicos de la
luftwaffe.Paracaidistas y mecánicos fueron incomunicados, no se les permitía
ningún tipo de contacto con el exterior, para mantener la operación en absoluto
secreto. Nadie sabía dónde ni cuándo se realizaría la operación.
El 9 de mayo, los Junkers 52 que transportarían
los planeadores comenzaron a aterrizar.Inmediatamente, los mecánicos unían
cada avión con el planeador. Un poco antes de medianoche, se les indico a los
paracaidistas que iban a atacar un fuerte en el sistema defensivo belga.
A las 3 de la mañana, los paracaidistas
subieron a los planeadores. Uno a uno,
los Junkers con sus planeadores comenzaron a despegar, hasta llegar a la altitud
de 2.500 metros.
Cada junker llevaba una luz en
la cola, invisible excepto para el
piloto del planeador que transportaba. Esta luz serviría para avisar al piloto
del planeador del momento justo en el que debia desenganchar el aparato.El
primer problema ocurrió cuando el planeador que llevaba al teniente Witzig (el encargado de atacar el propio
fuerte Eben Emael) estuvo a punto de entrar el colisión con otro planeador. El
piloto realizo una maniobra evasiva para evitar la colision, desenganchadose de
su avión remolcador.
Evidentemente, el planeador de Witzig se vio obligado a aterrizar.Witzig, furioso, ordeno a sus hombres que
limpiaran en lo posible el campo donde habían aterrizado. Requiso un automóvil
y se dirigió a toda velocidad hacia el aerodromo de Ostheim para tratar de
conseguir otro avión.
Otro planeador se perdió cuando
el piloto del junker que le llevaba dio erróneamente la señal para desengancharlo.
Quedaban todavía 40 kilómetros para llegar, y no tenía suficiente altitud para
llegar planeando hasta el objetivo. Solo quedaban 70 hombres en la fuerza de asalto
granit, la encargada de asaltar el propio fuerte.
A las 4 de la mañana, los aviones
estaban sobre el último punto de control, una luz sobre una colina al noroeste
de Aachen.Pero la señal esperada para desenganchar los planeadores no se produjo.
Los aviones estaban demasiado bajo.Tardaron diez minutos más para tomar altura.
Para entonces, ya habían sido detectados por la artillería antiaérea belga
alrededor de Maastricht.
El mayor belga jean Jottrand, al
mando del fuerte Eben Emael, estaba recibiendo informes procedentes del puente Canne de que aviones se estaban aproximando. Pero la artillería antiaérea del
propio fuerte aun no disparaba. No sabían de quien eran esos aviones,
aunque sabían seguro que no eran aviones belgas o franceses.
Rápidamente envió órdenes al
puente Canne, para volarlo. El grupo de asalto eisen, del teniente Schaechter,
había llegado tarde, El puente Canne voló en pedazos.
En cambio, el grupo de asalto Stahl,
del teniente Altman consiguió su objetivo de tomar el puente Weldwezelt
intacto.
Y el grupo beton, del teniente Schaht asalto las defensas del puente Vrohenhoven, consiguiendo desactivar las
cargas explosivas del puente antes de que los belgas activaran las cargas.
Tras tres horas de combate, toda
resistencia significativa belga alredededor de los puentes había terminado. Dos
puentes estaban intactos en poder alemán y dos caminos hacia el oeste estaban
ahora completamente abiertos.La única esperanza para los belgas era la
artillería pesada del fuerte Eben . Si conseguían destrozar los puentes
ahora en poder alemán, no habría camino seguro para las divisiones acorazadas
alemanas.
Pero los belgas no tuvieron tiempo.
Los planeadores ya estaban aterrizando en la parte superior de la fortaleza. La
fuerza atacante, ahora bajo el mando del sargento primero Helmut Wenzel, se
dirigió a sus objetivos previamente establecidos. Cada bunker, cada casamata,
cada nido de ametralladoras belga fue asaltado utilizando granadas, lanzallamas
y la nueva arma, el hohlladungen.
Ningún soldado belga había visto nunca lo que un proyectil
de carga hueca podía hacer.Los grupos de asalto primero colocaban la carga, y
cuando explotaba, atacaban el interior
de las posiciones belgas con granadas y armas ligeras. Lo unico que podían
hacer los soldados belgas supervivientes era rendirse o tratar de escapar por los tuneles que unian las diferentes posiciones.
La misma escena se repetía una y
otra vez a lo largo de todo el fuerte. Los grupos de asalto neutralizaron los
puestos de observación y las torretas de artillería. Pero la artillería belga comenzó
a actuar, concretamente una posicion situada al norte del fuerte.
Un grupo de
asalto hizo estallar una carga hueca, que daño el cañón pero no penetro en la casamata.
Antes de que los paracaidistas pudieran intentarlo con otra carga, el fuego artillero
y de ametralladoras manejadas por los belgas obligo a los alemanes a ponerse a
cubierto.
Pasado un cuarto de hora del
comienzo del asalto, 2 paracaidistas alemanes habían muerto y 8 estaban
gravemente heridos. Solo quedaban 60 paracaidistas para terminar con las posiciones
belgas que aun resistían. Si a los belgas se les ocurría comenzar a moverse por
los túneles del fuerte, podrían sorprender a los paracaidistas con facilidad.
El fuego de la artillería belga continuaba,
y los paracaidistas alemanes temían la llegada de refuerzos belgas por el oeste.
El único oficial que tenían los paracaidistas
del fuerte era un teniente de la Luftwaffe llamado Delica, que se encontraba al
sur del fuerte. Pero el mando real lo seguía ostentando el sargento Wenzel, que
llamo por radio para pedir el apoyo de los stukas para bombardear las
posiciones belgas de artillería y ametrallar el inminente contraataque de la infantería
belga.
A las 08:30, apareció un
solitario planeador. Era el teniente Witzig, que por fin había encontrado un
junker para transportarle.
El mayor belga Jottrand intento organizar
un contraataque desde los túneles del fuerte. En una primera ocasión, solicitó voluntarios,
pero las tropas belgas de Eben Emael eran artilleros, ningún había sido
entrenado como infantería .Los pocos que se presentaron voluntarios fracasaron
en la primera salida.
Un segundo intento belga para
desalojar a los paracaidistas alemanes también fracaso, debido sobre todo a la
constante presencia de los stukas y a la escasa preparación de los artilleros belgas.
Poco más tarde, un destacamento belga
de unos 200 hombres lanzo un contraataque desde la ciudad de Wonck, a unos cinco
kilómetros del fuerte, pero fue rápidamente neutralizado por la acción de los
stukas y no pudieron siquiera llegar al fuerte.
Ese fue el principio del fin,
aunque aun resistían posiciones belgas en el fuerte.