"Muerte de Sertorio" , obra de Vicente Cutanda.
Viene de aquí:
Era el momento que esperaba
Pompeyo para poner en práctica lo que había aprendido tras tantos años de
guerra contra Sertorio.Un siglo más tarde, mientras el cónsul Frontino se
preparaba para gobernar Britania compiló una serie de textos de maniobras
militares y tácticas que le ayudaran en su futura campaña. La lección de táctica
que Pompeyo asestó a Perpenna se describe en el libro 2, capitulo 5, versos 32
y siguientes de su obra “Estratagemas”, bajo el epígrafe “emboscadas”.
“Cuando Pompeyo se encontraba en Hispania combatiendo a Perpenna
disemino a sus tropas en lugares aptos para realizar emboscadas. Después,
aparentando tener miedo, hizo retroceder
al grueso de sus tropas para atraer al enemigo a la trampa.Cuando el enemigo
quedo expuesto por sus flancos a las emboscadas, Pompeyo ordenó atacar desde
todas las posiciones, destrozando al enemigo en los flancos y el frente, capturando
a Perpenna”.
Una retirada fingida y una
posterior emboscada era algo habitual
desde los primeros tiempos de larepublica romana, y seguramente Sertorio no
hubiera caído en la trampa, el que había montado tantas emboscadas similares.
Pero Perpenna estaba desesperado por una victoria y cayó en la trampa
pompeyana.
Como afirmaría mas tarde
Plutarco, "Perpenna era tan mal comandante como cumplidor de órdenes”. Sus tropas
apenas pudieron oponer resistencia, y en apenas un par de horas, la causa de Cayo Mario, que Sertorio había sostenido desde Hispania durante una década,
dejaba de existir como tal.
Perpenna tampoco tuvo el coraje y
la decencia mostrado por la mayoría de sus oficiales que murieron en el campo de batalla o se suicidaron. Prefirió esconderse
tras unas zarzas esperando poder pasar desapercibido y sobre todo, escapar de la venganza de sus propios
soldados, a los que había llevado al desastre.
Con los soldados de Pompeyo quizás podría hacer un trato, pero sus propios soldados
querían terminar con su vida.
La caballería de Pompeyo atrapó
a Perpenna y lo llevaron al campamento del vencedor. Allí, con los prisioneros insultándole,
fue llevado a la presencia de Pompeyo.
Como sucesor de Sertorio, Perpenna había heredado unas cartas que Sertorio había recibido de sus simpatizantes
en Roma,algunos de ellos de nobles de alto rango y senadores. Opuestos al
senado de Sila, pero temeroso de alzar
su voz en el, los nobles urgían a Sertorio a regresar a Italia. Con Sertorio a la
cabeza de las tropas de Italia aun leales a Cayo Mario, los opositores se levantarían
contra el senado, derrocarían la constitución y leyes silanas y pondrían en marcha
un nuevo gobierno.
Quienes eran esos opositores y cuáles
eran sus posibilidades de éxito en caso de que Sertorio hubiera podido llegar a
Italia, no se sabe, ya que Pompeyo, tras rechazar la proposición de Perpenna de
intercambiar las cartas por su vida, quemó las cartas sin leerlas. Pompeyo no
quería que la traición de los opositores provocara una nueva guerra civil en Italia,
guerra civil que unida a la rebelión de esclavos que estaba asolando el sur de
la península itálica podría llevar a la republica romana al caos.
Perpenna fue ejecutado, ya que había
sido condenado a muerte por traición por el senado romano un par de años antes,
al igual que Sertorioo, aunque la sentencia había quedado pendiente de cumplir
hasta que la republica romana hubiera logrado atraparlos.
Pompeyo, que solo un año antes había
tenido muy serios problemas con el senado romano, había terminado con la rebelión
de Sertorio en Hispania, lo que lo convirtió en un favorito para la plebe romana,
siendo premiado con un triunfo y un
consulado que le esperaba para cuanto regresara a Roma.
Pompeyo celebra su triunfo a su llegada a Roma.
Las guerras sertorianas habían
terminado, pero incluso tras la derrota del ejercito de Perpenna y la captura y
ejecución de su líder, cierto número de tribus y pueblos iberos se negaba a rendirse. Los
celtiberos tenían muy mal perder, y aunque no tenían ninguna posibilidad de
recibir ayuda, grandes ciudades como Clunia y Calagurris (actual Calahorra, en
la Rioja) se negaron a abrir sus puertas
a las tropas de Pompeyo y fueron puestas bajo asedio.
Aun no podía la republica romana reclamar
que había conquistado Hispania por completo.Algunos de los líderes iberos que habían abandonado a Sertorio no lo
habían hecho para someterse a Roma, sino para “hacer la guerra por su cuenta”.
Con la muerte de Sertorio, esos líderes tribales esperaban volver a la relativa
autonomía de la republica romana de la que habían disfrutado años antes de que Sertorio uniera a las tribus de la península para su guerra contra los silanos.
Y al principio, parecia que esas esperanzas
de autonomía podrían cumplirse, ya que en el año 72 a c. la republica romana encaraba
dos desafíos importantes. El primero, en Asia Menor ,en donde las legiones de Lucio Licinio Lúculo habían atrapado a las tropas del rey Mitridates en la ciudad
de Cyzicus, (actual Belkiz Kale, en la costa del mar de Marmara, al noroeste de
la actual Turquía).
Ruinas de Cyzicus.
En Italia, Espartaco y su ejercito
de marginados había demostrado ser ,al menos, de la misma calidad militar que los
numerosos ejércitos que había enviado el senado romano para derrotarle.
Pero,cuando el senado envió a las
veteranas legiones del procónsul de la Galia,Cayo Casio Longino, a detener a los
rebeldes en Mutina (actual Módena) ,y Espartaco aniquiló a las legiones, el
senado romano por fin decidió tomarse la amenaza de los gladiadores realmente
en serio. El veterano comandante Marco Licinio Craso tomó el testigo, y con sus diez
legiones empujó a los seguidores de Espartaco hasta el sur de la península itálica.
Marco Licinio Craso sufriria una terrible muerte años mas tarde, en Partia.
Mientras, en Hispania Metelo y
Pompeyo se dedicaban terminar con la última resistencia. Ciudades como Uxama (en
la actual provincia de Soria) fueron reducidas a cenizas y los supervivientes
vendidos como esclavos.
Con ese trato por parte de los pompeyanos,
estaba claro que las otras ciudades rebeldes sabían cual iba a ser su destino,
y resistieron hasta el final, sobre todo Calagurris, de donde saldría la
coloquial locución “hambre calagurritana” como hambre insoportable, etc
“Continuaron frustrando los
asaltos de las tropas de Afranio, el lugarteniente que Pompeyo había dejado a cargo de la toma de Calagurris.Cuando no les
quedo ningún animal vivo para comer se volvieron hacia sus propias esposas e
hijos, comiendo de su carne.Mas tarde, se comieron a los heridos,llegandoo
incluso a salar los cadáveres para poder conservarlos más tiempo.”
Pero el final era inevitable, y
tras más de 40 días de asedio Calagurris sucumbió.Los romanos pasaron a cuchillo
los supervivientes, ya que estaban tan famélicos que no les servían ni
como esclavos, y redujeron la ciudad a escombros.
Metelo Pio, en una de sus últimas tareas como gobernador de la
Hispania Citerior, elevó los impuestos para pagar la reconstruccion de infraestructuras
destruidas. La Citerior había resultado particularmente dañada, y solo algunas
ciudades como Cartago Nova habían escapado a la destrucción.
Tras ocho años de guerra, iberia,
Hispania, se convirtió en una provincia pacificada: En el año 71 a.c., Metelo Pio fue convocado en Roma para ser nombrado Pontifex Máximum, y Pompeyo para
liderar las legiones que terminarían con la rebelión de Espartaco.
Pompeyo abandono Hispania, no sin
antes dejar un enorme monumento en
recuerdo a su victoria, llamado Tropaea Pompeiae, una gran estatua de Pompeyo
con su res gestae, la primera estructura que cualquier visitante de Hispania
podía ver al entrar en los Pirineos,concretamente en el Coll de Panissars, (que
según la geografía de Estrabon, libro 3, capitulo 4, verso 7,afirmaba que entre
las bocas del Iber y el extremo del Pirineo se alzaban los Exvotos de Pompeyo)
Restos del Tropeae Pompeiae en el Col de Panissars.
Asi se supone que era el monumento original.
La res gestae (inscripción) del monumento describía
el triunfo de Pompeyo y las 876 aldeas, pueblos y ciudades hispanas que Pompeyo
había reconquistado para la “Pax Romana”.
Sertorius and the struggle for Spain – Philip Matyszak
Gaius Marius, the rise and fall of Roma savior
– Marc Hyden
Pompey the great – a political history – Robin Seager
Cataclysm 90 b.c., the forgotten war that
almost destroyed Rome – Philip Matyszak