Viene de aquí:
Mientras, Kwon Yul había decidido cruzar el rio Han para tomar posiciones defensivas en la colina de Haengju, ,en cuya cima se encontraba un complejo de templos rodeado por una considerable muralla, a unos 15 kilómetros de Hanseong (Seul ).
A las 5 de la mañana del 14 de marzo de 1583, los 30.000 soldados del ejército de Kato Kiyomasa convergieron sobre la colina fortificada desde todos los lados, sin ninguna estrategia más allá de la de superar por la fuerza de los números a la pequeña guarnicion de Kwon Yul, menos de 3.000 combatientes, entre soldados y monjes, apiñados junto a cientos de civiles coreanos que habian huido de sus aldeas para buscar refugio dentro de las murallas.
Cuando los japoneses llegaron a la base de la colina con las primeras luces del amanecer , los coreanos observaron que cada soldado tenía una bandera roja y blanca fijada a la espalda, y que muchos llevaban máscaras talladas con feroces representaciones de animales, monstruos y fantasmas.
El pánico entre los defensores amenazaba con salir a la superficie, contenido por la tranquila autoridad del comandante Kwon Yul. Mientras los japoneses se ocupaban abajo con sus preparativos previos a la batalla, Kwon Yul ordenó a sus hombres que comieran. No había forma de saber cuándo tendrían la oportunidad de comer de nuevo.
La batalla comenzó poco después del amanecer. Los japoneses, tan numerosos que no podían correr todos a las murallas a la vez, se dividieron en grupos y se prepararon para turnarse en el asalto. Su fuerza debió parecer abrumadora a los coreanos.
Por una vez, sin embargo, los mosquetes de los japoneses fueron de una utilidad limitada, ya que al tener que disparar cuesta arriba no pudieron apuntar con eficacia a los defensores atrincherados en el interior. Los defensores, con la ventaja de poder disparar hacia abajo, aprovechando la fuerza de la gravedad, lograron rechazar oleada tras oleada de asaltos japoneses utilizando todos los medios a su alcance; espadas, lanzas, mosquetes, cañones, y sus lanzacohetes llamados Hwacha, muy similar en muchos aspectos al Ribadoquin diseñado por Leonardo Da Vinci.
Antepasados ambos del lanzacohetes múltiple Katiusha ( órganos de Stalin ) o el mucho más reciente HIMARS, los hwacha coreanos aportaron un poder de fuego irresistible para los soldados japoneses, y el acertado uso de los cañones chongtong, una especie de cañones portátiles que los defensores movian de una parte a otra de la muralla cuando era necesario,causaba el caos entre los atacantes.
Los coreanos rechazaron los tres primeros asaltos generales japoneses, que ni siquiera consiguieron abrir brecha en la empalizada exterior, erigida con troncos atados entre si. En el cuarto asalto los japoneses lograron abrir brecha en la empalizada de madera y acercarse a la muralla interior, antes de ser rechazados de nuevo.
El quinto asalto supero la empalizada de madera por la brecha abierta, y ataco la muralla interior, la última linea de defensa que separaba a los atacantes japoneses de las tropas de Kwon Yul. La lucha se convirtió en un combate cuerpo a cuerpo, con los enmascarados guerreros japoneses tratando de abrirse paso entre los defensores alineados en las improvisadas barricadas, usando todo lo que tenían a mano, incluso agua hirviendo o puñados de ascuas ardientes que arrojaban a los ojos de los asaltantes.
Cuando la lucha alcanzó su punto álgido, Kwon Yul abandono su puesto de mando y se dirigió a luchar codo a codo junto a sus hombres. En un momento dado, los japoneses amontonaron hierba seca a lo largo de la base de los muros de troncos de Haengju y trataron de prenderles fuego, pero los defensores pudieron apagarlo antes de que fuera demasiado tarde.
En el septimo asalto nipón, los japoneses lograron ampliar la brecha en la empalizada y comenzaron a abrir un agujero en al muralla interior, pero volvieron a ser rechazados, y los defensores coreanos volvieron a colocar los troncos y maderos para cerrar la brecha.
A media que avanzaba la tarde,el agotamiento comenzó a hacer mella en los defensores coreanos , y su suministro de flechas disminuía peligrosamente. Se dice que las mujeres dentro de la fortaleza recogieron grandes piedras en sus amplias faldas para abastecer a los defensores colocados a lo largo de la muralla. Pero las piedras por si solas no iban a ser suficientes para repeler a los japoneses durante mucho tiempo mas.
Entonces, cuando todo parecía perdido, el almirante coreano Yi Bun llego por el rio Han, situado en la retaguardia de la fortaleza, con dos barcazas cargadas con 5.000 flechas.
Con ellas, los defensores de Haengju pudieron continuar la lucha hasta la puesta del sol, repeliendo con éxito otros dos intentos de asalto japonés.
Finalmente, cuando el sol se hundía en el horizonte más alla del mar Amarillo, la lucha termino, y ya no se reanudo. Los japoneses habían sufrido demasiadas bajas para continuar. Sus muertos se contaban por centenares, y sus heridos, incluidos tres comandantes importantes, Ukita Hideie, Ishida Mitsunari y Kikkawa Hiroie, eran muchos más. De hecho, habían sufrido una terrible derrota, la pérdida más grave en tierra hasta el momento a manos de los coreanos.
Durante toda la tarde, los supervivientes recogieron todos los cuerpos que pudieron, los amontonaron en pilas y les prendieron fuego. Luego dieron la vuelta y regresaron a Hangseong. Un oficial japonés que se encontraba entre los supervivientes compararía más tarde la escena que se desarrollaba aquel día junto al río Han con el sanzu no kawa, el “río del infierno", el rio que deben cruzar los difuntos para llegar al mas allá.
Cuando los japoneses se marcharon, Kwon Yul y sus hombres salieron y recuperaron los cuerpos que los japoneses no habían podido recuperar, los cortaron en pedazos y los colgaron de las estacas de troncos de su fuerte.
Estos espantosos trofeos eran una indicación de cuánto habían cambiado los coreanos desde el comienzo de la guerra, de cómo los diez meses anteriores los habían transformado de “esclavos” conmocionados e indecisos en guerreros sedientos de sangre, empeñados en vengarse.
Los japoneses no podrían mantener su posición durante mucho tiempo contra una determinación tan sombría, no con sus números menguantes y sus crecientes problemas con los suministros. Acorralados por un enemigo de evidente mejoría militar, dispuesto a soportar enormes penurias y pérdidas para expulsarlos, su siguiente objetivo era liberar Hanseong, Seúl, la capital del reino coreano.
El largo y crudo invierno había sido muy duro para los soldados japonés desplegados en Corea, un frio tal que no habían experimentado antes. Las guarniciones japonesas sufrían de escasez endémica de provisiones. Poco se recibía desde Japón debido al ferreo bloqueo naval de la armada coreana, mientras las actividades de los guerrilleros coreanos impedían a las partidas de forrajeadores en busca de alimento para soldados y animales internarse en terreno abierto. En las guarniciones japonesas, desde Pusan hasta Seúl, los soldados japoneses estaban hambrientos y desanimados, y querían volver a casa.
Principales acciones de la guerrilla coreana en 1592.
La situación era aun peor en Hanseong. Mas de 50.000 japoneses estaban acantonados allí, y apenas tenían alimentos.La situación llegó a un punto critico cuando una unidad de guerreros coreanos y chinos se introdujo en la ciudad e incendio el mayor almacén de grano de Seúl, en Yongsan, junto a la ribera del rio Han. El almacén ardió hasta los cimientos, y la pérdida del grano dejo a los japoneses con grano para apenas un mes.
La pérdida del grano imprescindible para mantener a la guarnición japonesa llevo a los soldados a buscar alimento fuera de la ciudad, en los pueblos cercanos, asesinando a todos los habitantes y robando su grano.
Además del hambre, los japoneses en Seul tuvieron que sufrir una feroz epidemia de cólera, que diezmo las ya exhaustas tropas japonesas.
La epidemia se extendió con gran rapidez, a lo que sin duda contribuyeron los miles de cadáveres insepultos de civiles coreanos asesinados esparcidos por toda la ciudad.
Algunos monjes budistas que habían viajado con las tropas japonesas se habian dedicado a apilar miles de cadáveres de hombres, mujeres, caballos y otros animales en un mismo sitio, pero nadie se había atrevido a cercarse para prender la pira. El olor se extendía por toda la ciudad, y cuando la primavera llego, el calor ayudo a extender aun mas la epidemia.
(Continuara…)