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"Batalla de Somosierra", obra de Louis Francois Lejeune. |
Viene de aquí :
Al frente de la infantería de línea francesa marchaban los voltigeurs.
Compuestas por los mejores tiradores del regimiento, estas unidades especialmente entrenadas cubrían el ataque de la infantería avanzando por delante de la línea principal en formación dispersa ,tratando de desorganizar las posiciones defensivas del enemigo con su certero fuego de mosquete.
Sin embargo, ese día, la combinación de niebla y terreno accidentado ralentizó el avance francés en las laderas, y en cuanto los voltigeurs entraron en contacto con los españoles, bien posicionados, fueron recibidos con una descarga cerrada de mosquetes.
El 96.º de línea avanzo con menor dificultad por la carretera hasta llegar al puente sobre el rio Duratón, donde fue recibido con fuego de la primera batería española. Otro obstáculo para el ataque francés fue el daño que los españoles habían causado al camino que conducía al paso.
En consecuencia, la artillería francesa tardó en apoyar a su infantería. Además, la estrechez del camino era tal que solo tres cañones , dos de 8 libras ( disparaban proyectiles de 4 kilos de peso, aprox. ) y un obús de 24 pulgadas del 3.er Regimiento de Artillería a Caballo, pudieron desplegarse en apoyo de la infanteria.
La primera batería española constaba de solo dos cañones de 4 libras, pero contaba con la ventaja de la elevación del terreno y de un parapeto de tierra bien prensada. En la estrechez del paso, los dos cañones demostraron ser mortalmente efectivos. Los cañones franceses fueron rápidamente atacados y no pudieron concentrarse eficazmente en las posiciones españolas durante mucho tiempo antes de tener que cambiar a posiciones mas seguras.
En algún momento entre las 11 de la mañana y el mediodía, la niebla finalmente comenzó a disiparse, y Bonaparte ordenó al teniente Andrzej Niegolewski, el oficial más joven del regimiento, que tomara un pelotón de caballeria ligera del 3er Escuadrón, reconociera las posiciones enemigas lo mejor que pudiera y capturara prisioneros españoles para interrogarlos. El emperador se adentró entonces en el desfiladero para observar la situación por sí mismo, acompañado por el resto de la caballeria ligera y dos escuadrones de cazadores a caballo.
Una vez avistado el puente de piedra, Bonaparte y su séquito fueron atacados por la primera batería. Mientras las balas de cañón silbaban y resonaban a su alrededor, el emperador, catalejo en mano, comenzó a frustrarse cada vez más por el lento avance de la infantería. Ignorando la preocupación de su estado mayor por su propia seguridad, se dirigió al coronel Piré, ayudante de campo del mariscal Berthier, y le ordenó que tomara el 3er Escuadrón y comprobara por sí mismo si era posible tomar la primera batería.
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"Napoleon con su estado mayor en Somosierra". obra de Wojciech Kossak. |
Piré obedeció, pero al comprobar con sus propios ojos la fortaleza de la posición española y la estrechez del camino, regresó rápidamente para informar que era imposible tomar el cañón desde el frente. Al oír estas palabras, la ira de Bonaparte estalló. " ¿Imposible? No conozco esa palabra " " ¡Mi guardia detenida por españoles, por una banda de campesinos armados! ."Se volvió hacia el mayor de Ségur, quien antes había liderado a los Cazadores a Caballo por el paso, y le indicó que ordenara al escuadrón de guardia que tomara los cañones.
Aunque el significado exacto de la orden de Bonaparte sigue siendo confuso hasta el día de hoy, lo más probable es que exigiera a los polacos que tomaran solo la primera batería y abrieran camino a la infantería de Ruffin, que se había quedado atascada.
Para el jefe de escuadrón Kozietulski, sin embargo, una orden del emperador era incuestionable, por ambigua que fuera. "¡Adelante, hijos de perra, el emperador os observa! " gritó a sus soldados, que cabalgaron entre resonantes cánticos de «¡Viva el Emperador!» .
El 3.er Escuadrón estaba compuesto por dos compañías: la 3.ª, al mando del capitán Jan Dziewanowski, y la 7.ª, al mando del capitán Piotr Krasinski. Se estima que la dotación del escuadrón en el momento de la carga era de unos 150 sables. Sin embargo, su número exacto es difícil de determinar, ya que el pelotón de Niegolewski aún se encontraba en misión de reconocimiento y había más hombres en el hospital o destinados a otros lugares.
La estrechez del camino obligaba al escuadrón a cabalgar en una columna de unos cientos de metros de longitud, con cuatro caballos de frente. Este tipo de formación, engorrosa, dificultaba el trote en la pendiente y era mucho más adecuada para marchar que para cargar. A medida que los polacos se dirigían hacia el puente de piedra y la primera batería española, se convirtieron en un objetivo claro para la infantería española en las laderas.
Cuando el escuadrón polaco llegó a unos 200 metros de la primera batería, fueron acribillados por una salva de los cañones españoles que destrozó el frente de la columna y detuvo brevemente la carga.
Sin embargo, los polacos se reagruparon rápidamente y, aún bajo fuego desde las laderas, continuaron hacia su objetivo. Al acercarse el escuadrón a la batería, los artilleros españoles cambiaron a metralla con un efecto letal, y el camino pronto se llenó de hombres y caballos muertos y heridos. Sin embargo, los polacos habían llegado demasiado lejos para dar la vuelta una segunda vez, y se lanzaron contra la primera batería, acribillando furiosamente a los desconcertados artilleros.
Tras haber superado los cañones, los jinetes del 3er Escuadrón habían cumplido su objetivo y podrían haberse detenido para esperar a la infantería. Pero con sus monturas ganando velocidad y el fuego desde las laderas aun centrandose en ellos, continuaron hacia la segunda batería. La niebla, aunque más ligera que al principio del día, aún flotaba en el aire y era tan densa que los polacos no podían ver lo que les aguardaba más arriba en el paso. Era igual de cegadora para los defensores españoles, quienes, incapaces de distinguir con exactitud cuántos jinetes se dirigían hacia ellos, solo podían sentarse a escuchar a ciegas mientras el estruendo de los cascos se acercaba.
Fue en ese momento que el escuadrón recibió refuerzos muy necesarios del pelotón de Niegolewski, que había regresado de su anterior misión de reconocimiento. Tras capturar prisioneros según las órdenes, el pelotón regresó a las líneas francesas, donde desmontó y comenzó a limpiar su equipo. Al avistar la carga de sus camaradas, Niegolewski no esperó órdenes. Animó a sus hombres con gritos de "¡Adelante, viva el emperador!" e inmediatamente emprendió el camino para unirse al resto del escuadrón, recogiendo a los rezagados en el camino.
Cuando los polacos se acercaron a la segunda batería, el líder del escuadrón Kozietulski desmontó y quedó atrás gravemente herido. El mando pasó entonces al capitán Dziewanowski, quien lideró la columna, abriéndose paso entre los cañones españoles, silenciando la batería y dispersando a los defensores.
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"Kocietulski en la batalla de Somosierra", obra de Henryk Pillati. |
Espoleando a sus furiosas monturas, los polacos continuaron ascendiendo por el paso, cada vez más estrecho y en pronunciada pendiente, hacia la siguiente batería. Cuanto más avanzaban por el paso, más intenso se volvía el fuego, tanto de las laderas como del cañón que tenían delante.
Justo antes de llegar a la tercera batería, el teniente Rowicki le gritó a Niegolewski que su caballo habia enloquecido. Niegolewski, al darse cuenta de que los aterrorizados animales corrían por instinto, le gritó que soltara las riendas. Sin embargo, Rowicki ya no le escuchaba, ya que fue decapitado casi de inmediato por una bala de cañón.
Ya a la vista de la tercera batería, Dziewanoski cayó de su caballo y quedó a un lado del camino, sangrando profusamente, con una pierna y un brazo destrozados. El mando pasó de nuevo al capitán Krasinski, quien ahora lideraba tantos caballos enloquecidos y sin jinete como soldados de caballería que se abrían paso a la fuerza contra la tercera batería.
Para entonces, los defensores españoles, conmocionados por la velocidad y la fuerza de la carga y aún incapaces de discernir con exactitud cuántos jinetes se acercaban, comenzaron a dispersarse, tanto soldados del ejército regular como milicianos .
Tanto en el camino como en las laderas, comenzaron a retirarse presas de un pánico creciente hacia la batería principal en la cima, donde les aguardaba a los jinetes polacos el mayor desafío hasta entonces. Habiendo llegado más lejos de lo esperado, la caballería, exhausta, se enfrentaba ahora a diez cañones fortificados y a la principal reserva española.
(Continuara…)