Viene de aquí:
Mientras los sarracenos de Manfredo se acercaban a la ribera norte del rio Calore, Carlos de Anjou desplegó su caballería en tres contingentes , precedido en vanguardia por una unidad de infantería de plebeyos mal armados llamados ribauds (poco menos que carne de cañón )
La primera línea de jinetes estaba formada por unos 900 provenzales, capitaneados por el conde Felipe de Monfort y el conde Hugo de Mirepoix, mariscal de Francia. El propio Carlos de Anjou comandaba la segunda línea, que incluía a unos mil caballeros procedentes principalmente de Champaña y Languedoc, entre ellos el obispo de Auxerre y el conde de Vendôme. 400 jinetes güelfos de Guido Guerra, procedentes de la Toscana, seguramente también formaban parte de este segundo contingente de caballeria. Por último, estaba la reserva, compuesta por 700 jinetes (en su mayoría de Flandes, Brabante, Picardía y Aisne), con Roberto de Flandes y el condestable Gilles Le Brown al mando.
Los sarracenos habían avanzado sin esperar ordenes, intentando debilitar con sus flechas la primera línea de Carlos de Anjou, para que la caballería alemana de Manfredo encontrara menos resistencia.
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Arqueros sarracenos. |
El avance de los arqueros sarracenos provoco un intento de contraataque por parte de los ribauds, que soportaron a duras penas una despiadada lluvia de flechas. Escasamente equipados, pocos de los ribauds disponian de armas, y ninguno de ellos llevaba algún tipo de armadura o protección defensiva, así que el resultado fue una espantosa masacre de ribauds.
Enfurecidos por el resultado, Mirepoix y Monfort lanzaron un destacamento de caballería provenzal contra los arqueros sarracenos, que no disponian de otras armas aparte del arco.
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Sargento de los ribauds. |
Así, los arqueros sarracenos fueron diezmados, y los supervivientes huyeron a buscar la protección de la caballería alemana de Giordano Lancia, que, sin esperar ordenes, lanzo a sus 1200 jinetes contra los provenzales.
Los mercenarios alemanes eran hombres corpulentos montados en grandes caballos, protegidos por armaduras de placas que los convertía en prácticamente invulnerables a flechas, lanzas, espadas, etc
El impulso de su carga debió de frenar fácilmente el avance de los jinetes provenzales, mucho más ligeros y protegidos solo por cotas de malla, y exhaustos tras el combate con los sarracenos.
Según el relato de Andrés de Hungría, contemporáneo de la batalla, avanzando al trote lento y manteniendo una formación tan cerrada que nadie pudo abrirse paso entre sus filas, empujaron lenta pero eficazmente a los provenzales.
Aunque la situación era grave para los provenzales, Carlos de Anjou no perdió los nervios, y envió a toda su segunda división de caballería, incluidos los 400 toscanos del condotiero Guido Guerra.
Los alemanes se enfrentaron entonces a dos grupos de caballería enemiga, pero aun así parecían prevalecer, haciendo retroceder a los franceses poco a poco.
Pero, finalmente los hombres de Carlos encontraron la grieta en la armadura de placas alemana, una versión temprana y primitiva que carecía de refinamientos como ristres o codales para proteger las articulaciones vulnerables como las axilas, donde latían las vitales arterias axilares.
Así, cuando los caballeros alemanes alzaban sus espadas para atacar, exponian una brecha crucial a sus adversarios. Según fuentes francesas contemporáneas, entre la infantería angevina se alzó el grito de "¡Apuñalad bajo el brazo!".
Blandiendo pesadas espadas largas alemanas en un espacio tan reducido, los mercenarios de Manfredo eran un blanco fácil para las hojas francesas, más cortas y afiladas (como la daga Miséricorde,llamada así por que servia para rematar a los caballeros heridos o desmontados ).
Los soldados de infantería franceses también usaban sus dagas para golpear los corceles de los caballeros alemanes. En cuestión de minutos, varios caballeros cayeron mortalmente heridos y el orden cerrado de sus filas pronto se rompió. Dividido en grupos más pequeños y con una gran inferioridad numérica, el cuerpo de caballería alemán fue rápidamente superado y derrotado.
Galvano Lancia seguía guiando a sus gibelinos toscanos y lombardos a través del puente mientras todo esto sucedía. Para cuando él y sus hombres pudieron unirse a la melé, la mayoría de los valientes jinetes alemanes habían sido aniquilados. Los italianos pronto se encontraron enfrentados a una fuerza francesa muy superior, envalentonados por su reciente victoria sobre los supuestamente invencibles alemanes.
Carlos de Anjou se aseguró la victoria al ordenar a sus reservas que atacaran el flanco italiano. Manfredo solo pudo observar con horror desde la cabeza de puente cómo los hombres de su tío eran destrozados y dispersados.
El rey Manfredo ordenó a sus reservas entrar en acción, pero ya era demasiado tarde. Sus propios nobles vasallos dieron el golpe de gracia. Los condes de Caserta y Acerra, al ver lo desesperado de la situación, abandonaron el campo de batalla con sus séquitos.
Quedándose solo con un puñado de incondicionales, Manfredo tuvo apenas unos segundos para decidir si luchar o huir. Optó por lo primero, lanzándose con valentía a la refriega. El rey Manfredo murio en el combate y se cree que nadie de su séquito inmediato sobrevivió a la batalla, incluido su fiel amigo Teobaldo Annibaldi, quien se había puesto diligentemente la sobrevesta real de Manfredo como distracción antes del combate.
"Carlos de Anjou sobre el cadaver de Manfredo", obra de Carl Rahl.
Se dice que Carlos de Anjou ordenó a los ribauds que siguieran a cada uno de los caballeros franceses para rematar a cualquiera de los combatientes enemigos heridos .Los ribauds no perdonaron a nadie ,y masacraron a todos bárbaramente; La crueldad lavó las manos de los vencedores con la sangre de los caídos.
Aquellos que lograron esquivar las dagas de los ribauds en su mayoría, encontraron su fin en el gélido rio Calore, ahogados por el peso de sus propias armaduras, o en la avalancha de pánico en el puente obstruido que era su única vía de escape.
De los 3.600 hombres de armas de Manfredo, todos menos 600 perecieron. Carlos de Anjou había destruido la flor y nata de la caballería Hohenstaufen en un solo día. Y, al hacerlo, había sembrado la semilla de su propia derrota.
Entre los muertos se encontraba un noble calabrés de rango medio llamado Ricardo de Lauria, padre del hombre que se convertiría en el mayor almirante de la época y némesis de Anjou.
No se sabe mucho sobre los orígenes familiares de Roger de Lauria, y menos aun sobre su padre, Ricardo de Lauria.
Lo único que parece seguro es que el padre fue un fiel feudatario de la monarquía Hohenstaufen y que probablemente murió en Benevento junto a la mayoría de los caballeros del rey Manfredo.
Ni siquiera se puede asegurar que su nombre fuera realmente el de Ricardo. La Crónica de Ramon Muntaner, una de las pocas fuentes contemporáneas que aborda el tema, dice que Roger “era de noble ascendencia, de señores de pendon propio" insinuando que su padre era un caballero "abanderado", una especie de barón de bajo nivel que comandaba una compañía de caballeros bajo su propio estandarte.
Muntaner afirma que la baronía se encontraba en Calabria y constaba de 24 castillos, llamandose Lauria el castillo principal. Pero la idea de que el padre de Roger murió en la batalla de Benevento proviene en realidad de una fuente mucho más tardía, los Anales de la Corona de Aragón del siglo XVI de Jerónimo Zurita, que tampoco proporciona un nombre.
Zurita solo lo identificó como un gran privato del rey Manfredo, lo que implica que era un familiaris regis , es decir, miembro de la casa real.
Aunque el relato de Zurita no coincidió temporalmente con los hechos, no puede descartarse por completo. Es posible que tuviera acceso a fuentes que ya no existen. Durante los treinta años que le llevó componer los Anales, se sabe que Zurita viajó a Roma, Sicilia y Nápoles en busca de documentos relevantes más allá de los archivos de la Corona de Aragón.
(Continuara…)