martes, 6 de junio de 2023

1956: Insurrección en Budapest ( 10ª parte )

 


Viene de aquí:

  Mientras los insurgentes asaltaban arsenales del ejercito húngaro en busca de armas, muchos soldados húngaros arrancaban la estrella roja de sus gorras de uniforme y se unían al levantamiento.

  El 25 de octubre, una unidad completa del ejército popular hungaro al mando de oficiales abiertamente comunistas se pasaba al bando insurgente.

  Esta unidad estaba compuesta de tres batallones pertenecientes a la sección de mantenimiento de una brigada acorazada acuartelada en los cuarteles Kilian.

La unidad estaba al mando de un conocido militar, el coronel Pal Maleter, el oficial de mayor rango que había cambiado de bando y que iba a asumir de facto el rol de líder de la revuelta.

Coronel Pal Maleter.
 

  Maleter, nacido en 1917, habia combatido en 1944 como teniente en el frente oriental. Capturado por los rusos, durante su cautiverio asistió a cursillos “antifascistas”, y al final, se convirtió en un comunista convencido.

  Se unió al Ejército Rojo, y antes que terminara la guerra luchó del bando soviético, como líder de una unidad de partisanos húngaros.Terminada la guerra siguió su carrera militar con toda normalidad, sin que se tuvieran en cuenta sus antecedentes  combatiendo al ejercito soviético.

  Tras resguardar a civiles armados y desertores  tras los enormes muros de los cuarteles Kilian, Maleter se dispuso a prepararse para esperar la reacción soviética, que sabía seria rápida y poderosa.

IS-3  sovietico junto a los cuarteles Kilian.
 

   Cuando las noticias  de los primeros enfrentamientos en las calles de Budapest habían llegado al alto mando del ejército rojo, los generales soviéticos se habian dado cuenta que el numero de tropas de las que disponían en Hungría no iban a ser suficientes para terminar con la revuelta..Y la misma noche, cinco divisiones con más de 1.100 tanques y artillería autopropulsada y más de 30.000 hombres había cruzado al frontera y marchaban sobre Budapest.

  El ejercito soviético había empezado a surtir a sus unidades acorazadas con la ultima versión de su T-54, un producto de las lecciones que la URSS había aprendió a la fuerza combatiendo con los tecnicamente superiores carros de combate alemanes durante la 2ª guerra mundial.

  Así, el T-54 A, la última versión, incluía innovaciones técnicas copiadas directamente de los tanques estadounidenses capturados por las tropas chinas  durante la guerra de Corea. Mas ligero, mejor armado y mejor protegido que cualquier otro tanque que las potencia occidentales pudieran tener en aquel momento, el T-54 A iba a tener su bautismo de  fuego en las calles de Budapest, contra civiles armados y militares húngaros armados con armas ligeras.

Columna de tanques T-54 A en la calle Honved de Budapest.
 

  Quizás fuera una coincidencia, pero mientras los T-54 se dirigían a Budapest, Gran Bretaña disponia de un experimentado tanquista allí, el teniente  coronel Noel Cowley, el agregado militar recientemente asignado a la embajada británica en Budapest, que observaba con cada vez mayor interés el desarrollo de los acontecimientos.

Noel Cowley.
 

  Cowley no era un diplomático o un funcionario, era un hombre de acción que había ingresado en el ejercito britanico en 1931. Habia liderado un escuadrón de Sherman en las playas de Normandía el día D, y cuatro días después habia recibido graves heridas en la cabeza. Hospitalizado varios meses, fue finalmente declarado no apto para el servicio activo.

  Mientras se recuperaba por completo formo parte de las tropas de ocupación aliadas en Alemania, desde donde fue enviado a Budapest.

  Cowley pronto iba a demostrar que le importaban poco las instrucciones que recibía desde Londres, no iba a jugar el rol de diplomático tras una mesa de oficina.

  En la noche del 23 de octubre, cuando llegaron a sus oídos los ecos de los combates en torno a radio Budapest, Cowley estaba atendiendo a un recital de poesía húngara en representación de  la embajada británica, en uniforme de gala.

  Logro escabullirse de la sesión de poesía y marcho a su casa en donde se cambio de ropa. Cogió su pistola y desapareció en medio de  la noche de Budapest.

  Cuando el sol comenzaba a aparecer sobre la capital húngara, Cowley reapareció en la embajada britanica y desde allí pudo divisar como una columna de flamantes T-54 A llegaban a  Budapest.

  A su lado se encontraba Laszlo Regeczy-Nagy, un joven e ingenioso húngaro que trabajaba como chofer para la embajada.

Laszlo Regeczy-Nagy en 1955, junto al Danubio.
 

  Regeczy-Nagy había sido conductor de tanques para el ejercito real húngaro durante la segunda guerra mundial, antes de ser capturado por los británicos en 1945, y cuando se le presentaba alguna oportunidad, no perdía la ocasión.

  Pensó que en esos momentos el teniente coronal Cowley era el único alto oficial de la OTAN presente en Budapest y seria el primero en ver las nuevas armas del ejercito soviético. Y tampoco iba a dejar pasar la oportunidad de conocer algunos de los secretos de la nueva maravilla acorazada sovietica.

 El ejercito soviético que había entrado a sangre y fuego en Berlín en mayo de 1945 parecía no haber aprendido nada de las más básicas reglas del combate urbano.

  Los cientos de carros de combate y vehículos acorazados que las tropas del mariscal Zukhov habían perdido en Berlin a  manos de adolescentes de las Juventudes Hitlerianas  armados con Panzerfaust, y ancianos del Volksturm  armados con cocteles molotov no habían hecho cambiar un ápice la  doctrina soviética de combate en el interior de una ciudad.

 

  Los altos edificios que cubrían las estrechas calles del centro de Budapest se convertían en posiciones defensivas ideales para los revolucionarios húngaros y en trampas mortales para los vehículos acorazados soviéticos que cometían la imprudencia de internarse en ellas.

  Seguramente el mejor tanque pesado de la época, el T-54A iba sufrir del mismo talón de Aquiles que otros carros de combate habian sufrido en las estrechas calles de  otras ciudades hostiles.

T-34 sovietico destruido en las calles de Berlin.
 

  Así, los combatientes húngaros, mas alla de su corta edad, su escasez de armas antitanque y su absoluta inexperiencia, iban a hacer pagar a los T-54A soviéticos un alto precio.

  La falta de armamento antitanque adecuado iba a excitar la imaginación de los jóvenes combatientes húngaros.

  Usando platos vueltos del revés atados a cable telefonico, que se parecian  a minas antitanques desde cierta distancia  a un conductor de tanque soviético  que veía el mundo a través de una estrecha mirilla, los húngaros podían dirigir y acorralar a los T-54, llevándolos hacia estrechas calles previamente engrasadas con aceite o grasa de motor.

 

  Con sus cadenas resbalando por la grasa, sin posibilidad de maniobrar correctamente, los carros de combate soviéticos  eran vulnerables al bombardeo con cocteles Molotov, usando botellas de limonada llenas de petróleo.

  Los combatientes húngaros salían entonces de sus escondrijos y disparaban sobre los depósitos auxiliares  de combustible que viajaban sobre la parte trasera de los T-54. Algunos jóvenes húngaros dejaron sus vidas en estos ataques casi suicidas, pero el cada vez mayor número de T-54 ardiendo en las calles de Budapest probaba que  el alto coste en vidas humas de húngaros estaba valiendo la pena.

  El 25 de octubre, miles de ciudadanos desarmados, incluyendo mujeres y niños, se reunieron en la plaza del Parlamento para protestar por la invasión soviética.

Manifestacion en la plaza del Parlamento de Budapest.
 

  Enfadados por sus recientes perdidas en hombres y material, los invasores no iban a permitir ningún tipo de manifestación, y abrieron fuego de ametralladora  sobre los manifestantes, matando a cientos de ellos.

  Aunque en un primer momento los agentes de  la AVH fueron culpados de la masacre, Cowley había visto lo sucedido y más tarde afirmó que los tanques soviéticos habían sido quienes habían protagonizado la masacre de civiles húngaros inocentes.

T-54 A y BTR 152 sovieticso en la plaza del Parlamento, tras la masacre.
 

  El coronel estimo el numero de asesinados en torno a los 600. ”El horror de la escena me estremeció, y desde ese momento, el asunto se convirtió en un asunto personal para mi”, diría mas tarde.

  Conduciendo por las calles de Budapest a bordo del Land Rover propiedad de la embajada británica y marcado como tal, Regeczy-Nagy pensó que el T-54, que hasta hacia muy poco tiempo  aun era un secreto militar, podría ser inspeccionado por cualquier entendido en la materia con el valor para intentarlo.

  Los rebeldes húngaros habían logrado inmovilizar varios ejemplares de T-54, por ejemplo, cerca de los cuarteles Kilian, en el lugar en el que más tarde se disputaría la batalla del  Cine Corbin se encontraban dos T-54 puestos fuera de combate y bajo control de los combatientes húngaros.

  “Cuando los vi, pise de inmediato el acelerador hasta el fondo para informar al coronel Cowley. Sabia que le gustaria”, diría mas tarde Regeczy-Nagy.


 

(Continuara…)

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