jueves, 7 de julio de 2016

1528 : El extraordinario viaje de Alvar Núñez “Cabeza de Vaca” ( 10ª parte)





Viene de aquí:


  A finales del verano de 1528, la playa de Bahía de los Caballos hervía de actividad. Unos hombres manejaban la fragua, otros cortaban madera y otros se internaban en la selva aledaña para tratar de conseguir alimento. Entre los hombres había artesanos, carpinteros,curtidores, herreros, etc, pero no había ningún experto en construcción naval, ya que todos los marinos habían permanecido con la flota.


  Seguramente fue el carpintero portugués Alvar Fernándes quien se encargo del diseño de las balsas que iban a transportar a los 250 hombres que quedaban con vida, de los 300 que habían comenzado la ruta terrestre por Florida.


  El reto que debía asumir el carpintero Fernándes era construir una balsa capaz de flotar y maniobrar con una carga considerable.


  Los 250 expedicionarios se iban a  dividir entre cinco balsas, además de agua suficiente, todo el maíz que pudieran encontrar, algunas baratijas, ropa y algunas armas que habían podido salvar.


  Asumiendo que cada expedicionario pesaba unos 70 kilos, la carga disponible de mercancía no debia superar los 1.500 kilos, para que cada balsa no superara las 5 toneladas de peso totalmente cargada.


  Para soportar tal carga, las modernas balsas se construyen con materiales de una muy alta flotabilidad, como la espuma de polietileno o el poliuretano, añadiendo además compartimientos o cámaras de aire para aportar flotabilidad adicional.


  Pero los constructores de las balsas de la Bahía de los Caballos ni siquiera podían soñar en tales materiales, y se veían obligados a confiar en la flotabilidad de la simple madera. Por eso, elegir la madera adecuada era esencial. En la zona de Apalachicola existía gran variedad de arboles, sobre todo teca y ebano, maderas de gran resistencia, pero también de gran densidad, con gran facilidad para hundirse en el agua.

 Bahia de los Caballos,Apalachicola.


  Otros tipos de madera dura, como robles o sauces, flotaban mejor, pero eran muy difíciles de cortar con las herramientas disponibles y su alta densidad hacia muy complicado transportar los troncos desde la selva hasta la playa.


  Mucho más factible era utilizar la muy abundante cantidad de  coníferas que crecían en la región, como pinos, cipreses y cedros, madera de menor densidad muy adecuadas para construir una balsa. Pero la tala de la madera iba a ser un trabajo muy duro.

   Según escribe el propio Cabeza de Vaca en su obra "Naufragios", cada balsa media 22 codos (unos 11 metros, aprox.), y una vez completamente cargada, sobresalía del agua apenas un jeme (la longitud que había entre el dedo pulgar y el índice de la misma mano, con ambos dedos extendidos), unos 15 cm aproximadamente.


  Para construir las 5 balsas fue necesario talar más de 150 grandes pinos. Pero no era más que el inicio del proceso de construcción.Habai que podar las ramas, cortar a la longitud deseada y arrastrar el tronco hasta la playa. Una vez que toda la manera necesaria estaba en la playa, se pasó aa la cuestión de cómo sujetar y mantener los troncos unidos. Para ello, se pasaron muchas horas trenzando fuertemente las colas y las crines de los caballos que los expedicionarios habían consumido. Los treinta caballos que se comieron los expedicionarios debían aportar  “cuerdas” no solo para unir los troncos, tambien para manejar las velas.


  Para la mayoría de los hombres, el viaje que les había llevado desde Sevilla a Cuba había sido su primera experiencia marina. Muchos de los integrantes de la expedición no sabían nadar, y les causaba una honda preocupación o incluso  pánico  el tomar conciencia que lo único que les iba a separar de una muerte por ahogamiento eran unos cuantos troncos unidos por crines de caballo. Para unir los troncos y separar lo mas posible a los viajeros del agua, se trituraron gran cantidad de hojas de palmito, hasta conseguir una pasta fibrosa que se utilizó como estopa para pegar los troncos. Un griego que viajaba con la expedicion, llamado Teodoro, dio aun mas consistencia a la mezcla añadiendo savia de pino.


  La pegajosa pasta resultante se utilizó para calafatear la parte inferior de las balsas, consiguiendo que la entrada de agua se redujera grandemente. El peso añadido de la pasta no contribuía a mejorara la navegabilidad de las embarcaciones, pero el efecto sicológico de evitar la entrada de agua tranquilizó a  muchos hombres y les dio confianza para emprender la travesía.


 Para los remos se utilizo madera de ciprés convenientemente talada, y para las velas se usaron las camisas de los expedicionarios cosidas entre sí.


  Finalmente, los expedicionarios se ocuparon del asunto de las provisiones.Conservar carne de caballo o crustáceos era imposible, así que los expedicionarios  iban a depender del maíz, los frijoles y las calabazas que habían saqueado en los cercanas aldeas indígenas. Para transportar el agua, los hombres de Narváez curtieron las pieles de las patas de los caballos para hacer grandes bolsas y guardar el agua.


  Tras mes y medio de duro trabajo, las balsas estaban listas para zarpar. Solo quedaba un caballo vivo, y como no se podía transportar, lo mataron y lo devoraron, sabiendo que tardarían mucho tiempo en volver a comer carne.Despues, llevaron las balsas hasta el mar, las cargaron con las provisiones y subieron en ellas. Con 50 hombres en cada balsa, el espacio para cada uno de ellos era minimo, apenas se podían mover.


  Narváez comandaba la balsa “insignia”, acompañado por los hombres mas fuertes o mas saludables. En la segunda balsa navegaba el clero, con fray Juan Suarez como máximo responsable de la salud espiritual del grupo.


 La tercera y cuarta balsas iba transportar a los cuatro capitanes de la expedición: Tellez, Peñalosa, Alonso del Castillo y Dorantes, acompañados de sus hombres.


  Y en la quinta balsa, marchaba Cabeza de Vaca, acompañado entre otros de Estebanico y el inspector  de las cuentas reales Alonso de Solis.


El 22 de septiembre de 1528, las 5 balsas se hicieron a  la mar.


“E ibamos tan apretados que no nos podíamos menear, y tanto puede la necesidad que nos hizo aventurar a ir de esa manera y meternos en un mar tan trabajosa, y sin tener conocimiento del arte del navegar ninguno de los que allí íbamos”




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