lunes, 19 de agosto de 2024

1903 : Guerra en el techo del mundo; Invasión británica del Tíbet (1ª parte )

 

Paso Jelep La, a principios del siglo XX.

  La pista de arena que descendía hacia Lhasa, la capital del Tíbet, era muy traicionera . Resbaladiza donde había enormes placas de hielo, sembrado de rocas sueltas y embarrado en donde ya no había hielo, el viento del Himalaya convertía la ruta en casi imposible para los 1.100 soldados británicos, hindúes y gurkas, los 10.000 porteadores y las 16.000 bestias de carga entre mulas, yaks y bueyes que por el camino transitaban.

  Como hombres y bestias pudieron cruzar el paso Jelep La, a casi 5.000 metros de altitud, desde Sikkim hasta el Tíbet, fue poco menos que algo milagroso para quienes participaron en la expedición.

  Organizar una expedición de ese tipo de condiciones favorables era arriesgado, pero intentarlo en invierno parecía una locura, con temperaturas tan bajas capaces de congelar la tinta de las plumas.

  Era el 12 de diciembre de 1903, el día en el que un ejército agnlo-hindu daba sus `primeros pasos en suelo tibetano.Seguramente, de todas las temerarias expediciones a lejanos lugares en las mas lejanas fronteras del vasto imperio británico, pocas sean tan controvertidas como la marcha sobre Lhasa.

  Nacida de la paranoia y la envidia, la invasión británica del Tíbet era la culminación de décadas de rivalidad y desencuentros entre dos de las superpotencias  imperiales de primeros  del siglo XX, Gran Bretaña y Rusia.

  El Tíbet iba a ser simplemente el desventurado pais victima de la geografía, al estar situado entre la India, bajo control britanico y las posesiones rusas en Asia central tras la conquista del Turquestán a mediados del siglo XIX.

"El Gran Juego" en Asia, año 1900.
 

  El conflicto habia empezado cuando los derechos de pastoreo de la India en su frontera septentrional habían sido violados, presuntamente por los tibetanos. La tensión crecio hasta un límite en el que lord Curzon, el virrey británico de la India, vio la mano de Moscú tras las incursiones tibetanas.

  Comenzó una guerra de cartas y misivas entre gobiernos, que termino cuando las cartas de lord Curzon a Lhasa comenzaron a ser devueltas sin abrir por el gobierno tibetano.

 


  El intercambio de cartas más o menos educadas o belicosas termino cuando el virrey Curzon recibió información de sus agentes del Tíbet, que afirmaban que Rusia, China y el Tíbet habían firmado un pacto secreto. La noticia resultó ser falsa, pero sirvio de  pretexto para organizar una acción preventiva contra el Tíbet, liderada por un famoso explorador, soldado de caballería y, de vez en cuando, agente secreto, de nombre Francis Younghusband.

Francis Younghusband.
 

  Primero hubo un intento fracasado de negociación, en el que las cartas de la diplomacia  británica entregadas por Younghusband, fueron nuevamente ignoradas por el gobierno tibetano.

  Como la diplomacia había fracasado, lord Curzow decidio actuar, contando con la bendicion del gobierno de  Londres, que habia decidido que al Tíbet se le iba a aplicar una dura lección por parte de una superpotencia. Younghusband fue elegido por lord Curzow para comandar la expedición y resolver la disputa.

  Así es como un pequeño ejército, impulsado por una amenaza imaginaria surgida de un tratado inexistente, se embarcó en una agotadora campaña en la que los soldados iban a mostrar fortaleza y valentía, dignas de servir a una mejor causa.

  Compuesto mayoritariamente por tropas hindúes y gurkas, el ejército de Younghusband también incluía un pequeño contingente británico, entre ellos 18 hombres del 1er batallón del regimiento de  infantería de Norfolk, Dotados de dos ametralladoras Maxim , cuyo transporte requería 12 mulas de carga, su influencia en el campo de batalla iba a ser desproporcionada respecto a  su escaso número.

  Para la oficialidad del contingente, la expedición era de poca importancia : “este avance probablemente convencerá a los tibetanos que su pais no es tan inexpugnable como piensan, y entraran finalmente en razon. SI no lo hacen ,espero que lleguemos hasta Lhasa y la tomemos."

  Antes de cruzar la frontera hindú-tibetana, el contingente se encontró con un grupo de diplomáticos y funcionarios chinos y tibetanos, que los animaron a darse la vuelta, ya que estaban seguros que en pocos meses se llegaría a un acuerdo  del agrado de todos. Con toda cortesía los oficiales britanicos dijeron a los diplomáticos que tenían la intención de  continuar.

Dialogando con los tibetanos.Younghusband, sentado a la derecha, con salacoff.
 

  En Yatong, un puesto fronterizo que daba acceso al paso de Jelap La, que marcaba la entrada al Tibet, había una gran muralla que cruzaba el valle, que bloqueaba el camino, salvo por el hecho que las puertas estaban abiertas, y nadie lo defendía.

  En ausencia de enemigos armados, el contingente británico se encontró con un  numeroso grupo de curiosos civiles y un general tibetano que presento una protesta formal, antes de compartir el banquete con el que los oficiales británicos le agasajaron.

  Los británicos continuaron su avance después de la celebracion de  Navidad, pareciendo menos una  fuerza de invasión que unos invitados poco deseados, cuya presencia era tolerada a regañadientes por los tibetanos.

  El verdadero enemigo era el clima, tan frio que los termómetros eran inútiles ( unos 20 grados bajo cero, de media ), y para evitar congelarse, los hombres se apelotonaban alrededor de las hogueras, alimentadas con estiércol de yak.

 

  Enero pasó, con casi todos sus dias helados , en una llanura azotada por el glacial viento, a 5.000 metros sobre el nivel del mar.. Las condiciones eran tan malas que, a pesar de la presencia de un ejercito tibetano a 20 kilómetros de distancia, se tomó la decisión de retirarse hacia zonas más cálidas, dejando de guarnición a una pequeña fuerza de 200 soldados.

  A menudo, los soldados encontraban pequeñas aldeas, pero preferian pernoctar en sus tiendas de campaña y pasar frio antes que utilizar las casas que estaban muy sucias, ya que la unica ventilación que poseían era un pequeño agujero en el techo que permita el paso de  la luz y dejaba salir a duras penas el humo de  las hogueras de estiércol.

  La campaña estaba en serio peligro de terminar antes incluso de  haber empezado. EL enemigo acampaba en cantidades considerables a pocos kilómetros del campamento britanico, pero los tibetanos  habían declarado que no atacarian hasta que los británicos estuvieran más cerca de Lhasa.

Gurkas junto a  un interprete tibetano.
 

  Para mantenerse en alerta, los britanicos realizaban ejercicios y preparación fisica, aunque la principal preocupacion eran las ametralladoras Maxim, ya que el intenso frio espesaba el aceite que las engrasaba e impedia que el arma funcionara corectamente. Asi que se tomó la decision que cada noche, por turnos, dos soldados debian llevarse a la cama a las dos ametralladoras  para mantenerlas calientes y que no se congelaran.

  La unica distraccion de  los soldados era la caza, y cada día las ovejas salvajes y las gacelas tibetanas eran blancos fáciles para los mosquetes ingleses.

Caballeria britanica de caza.
 

  El 9 de febrero, la guerra falsa empezo a tocar a su fin. Ese día, los tibetanos  dieron un ultimátum. Si los británicos no se retiraban a la India, los tibetanos los obligarian.

  Pero no lo hicieron, al menos hasta el 30 de marzo, cuando Younghusband recibió órdenes desde Delhi. Debia avanzar y tomar  la cercana localidad de Guru.

  El contingente británico comenzó  avanzar, con las ametralladoras en el centro, hasta que a menos de 1 kilómetro de Guru, ambos ejercitos se encontraron , cara a cara, por primera vez.

  Lo que ocurrió a continuación se convirtió, más por un malentendido que por ansia de sangre, en una masacre.

"La masacre en el muro", obra del teniente Norman Rybot.

 

(Continuara…)

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