Viene de aquí:
El coste de la victoria fue terrible, también para los güelfos de Carlos de Anjou: la mayor parte del ejército angevino yacía muerto o moribundo en el campo de batalla, incluido el mariscal Enrique de Cousances.
Esta vez no habría amnistía para los derrotados gibelinos. Enrique de Castilla buscó refugio en el monasterio de San Salvatore, entre L'Aquila y Rieti, pero el abad lo reconoció y lo entregó a Anjou, que lo mantendría encarcelado durante los siguientes veintitrés años.
Conradino y Federico de Baden cabalgaron hacia Roma con unos cincuenta caballeros, solo para encontrar las puertas cerradas por aquellos que temían la venganza angevina. Luego regresaron al castillo de Saracinesco para buscar refugio con Beatriz de Lancia, quien ya albergaba a su padre Galvano y a su hermano Galeotto. Los cuatro, con algunos seguidores, pronto se dirigieron a un pequeño puerto marítimo en las Marismas Pontinas, al sureste de Anzio, llamado Astura, con la esperanza de conseguir una pinaza que los llevara a Pisa , aun en poder gibelino.
Ya habían embarcado y estaban prestos a zarpar cuando, desafortunadamente, su atuendo y sus modales aristocráticos los delataron y llamaron la atención los guardias portuarios, que informaron al señor de la localidad, un voluble y oportunista caballero llamado Giovanni Frangipane que los mandó encarcelar.
Esperando una probable recompensa de Carlos de Anjou, Roberto de Lavena (comandante de un escuadrón de galeras provenzales) y el cardenal Giordano de Terracina (representante de la Santa Sede) pronto los recogieron en nombre del rey Carlos.
Inicialmente, fueron llevados al campamento real en las cercanías de Palestrina, a unos 40 km al este de Roma, donde el castigo para los Lancia fue rapido y brutal. Anjou no estaba dispuesto a conceder clemencia, y Malaspina describió la crueldad infligida por el rey: El hijo de Galvano , Galeotto Lancia, fue decapitado en presencia de su padre, para que, al ver el sufrimiento de su hijo, el padre sufriera aun mas. "Por eso estaba atormentado y su mente aterrorizada y horrorizada ante la idea de una muerte similar para él."
Conradino y Federico de Baden fueron llevados a Nápoles encadenados y confinados en el Castel dell'Ovo hasta que se pudiera organizar un juicio simulado por traición. El veredicto fue rápido y previsible. El 29 de octubre de 1268, los dos jóvenes príncipes, ambos adolescentes, fueron llevados a un cadalso erigido en el Campo Moricino (la actual Piazza del Mercato) y decapitados públicamente. La sentencia, ejecutada cruelmente a pesar de las objeciones papales, indignó a los reinos de Europa Occidental y despertó una antipatía hacia Anjou que lo perseguiría hasta el día de su último aliento y más allá.

"Conradino de Suabia y Federico de Baden son informados de la sentencia en la carcel de Napoles", obra de Johan Heinrich el Joven.
Pero, la reacción represiva de Carlos al último desafío a su gobierno apenas había empezado. Conrado de Antioquía fue liberado del cautiverio, pero solo porque su esposa, Beatriz de Lancia, retenía a varios importantes nobles güelfos en el calabozo de su castillo en Saracinesco Pero pocos otros defensores de los Hohenstaufen podían esperar algún tipo de indulgencia.
Carlos de Anjou ordenó a sus oficiales que no perdonaran a nadie que se hubiera alzado en armas contra él y que confiscaran las tierras de todos los barones rebeldes.
La experiencia de Juan de Procida, médico del emperador Federico II y canciller del rey Manfredo, fue especialmente cruel. Aunque se le concedió la amnistía después de Benevento, Juan se había unido al ejército de Conradino cuando el príncipe marcho hacia Italia. y estuvo presente en Tagliacozzo. Logró huir del campo de batalla y llegar a Venecia con Manfred Maletta, pero en su ausencia, sus propiedades fueron embargadas y, su esposa fue maltratada, una de sus hijas violada y uno de sus hijos asesinado por el arrogante caballero francés que había ido a desalojarlos de su hogar.
Los restos de la familia Lancia, en particular, debieron darse cuenta de que ya no tenían futuro en el reino de Carlos de Anjou. Algunos, casi con toda seguridad, buscaron refugio con sus familiares en la corte de Aragón. Alli, los tres hijos de los Lancia (Manfredo, Conrado y Margarita) conocieron el destino de su padre Galeotto y su abuelo Galvano. Y pasaron a compartí con los Lauria (Roger, Margarita y Donna Bella) y la infanta Constanza un profundo sentimiento de pérdida personal y un profundo anhelo de venganza.
Irónicamente, iba a ser la conquista del Reino de Sicilia por parte de Carlos de Anjou lo que lo iba a poner en el camino de otra emergente potencia mediterránea: la Corona de Aragón.
Justo cuando Anjou establecía una posición dominante en el centro del Mar Mediterraneo, Aragón se encontraba en pleno proceso de expansión agresiva hacia el este que acabaría sumiéndolo en un conflicto directo con los intereses angevinos y enfrentando a Anjou al almirante que, en última instancia, acabaría con sus aspiraciones imperialistas.

Corona de Aragon en el año 1300 (aprox.)
Al igual que el Reino de Sicilia, la Corona de Aragón (como se la conocía comúnmente) era un reino relativamente nuevo , y ambos se habían establecido aproximadamente al mismo tiempo, a principios del siglo XII.
El primero se fundó el 27 de septiembre de 1130 cuando el papa Anacleto II emitió una bula papal reconociendo a Roger II de Hauteville como rey de Sicilia, y el segundo nació efectivamente el 11 de agosto de 1137 con el compromiso matrimonial del conde Ramón Berenguer IV de Barcelona con la infanta Petronila de Aragón.

Petronila de Aragon y Ramon Berenguer.
Ambos estaban destinados a convertirse en potencias marítimas: Sicilia por ser un reino insular y la Corona de Aragón porque su componente naval se centraba en la vibrante ciudad portuaria de Barcelona.
Sin embargo, los dos reinos no entraron en conflicto significativo antes del siglo XIII, en gran parte debido a que la expansión marítima catalana se vio obstaculizada por Mallorca y Menorca, posesiones musulmanas en las islas Baleares, que se encontraban a caballo entre las rutas comerciales hacia el norte de África y el Mediterráneo oriental.

Saqueadores musulmanes con prisioneros cristianos y sus animales.
Todo eso cambió poco después de la ascensión de Jaime I al trono de Aragón el 12 de septiembre de 1213.
Antes de la coronación de Jaime I, Aragón había estado dominado por doce familias nobles cuya principal ambición consistía en extender su poder hacia el sur, adentrándose en la parte musulmana de la península Ibérica, en particular los reinos de Valencia y Murcia. Esto supuso un freno adicional a la penetración marítima de Cataluña en el Mediterráneo. Pero Jaime I y sus sucesores se dieron cuenta de que la inherente falta de recursos de la Corona de Aragón restringía gravemente su potencial de expansión a expensas de sus vecinos musulmanes.
Claramente, la solución más eficaz a esta situación era incrementar el comercio a través de puertos catalanes como Barcelona y Tarragona hacia los lucrativos mercados del norte de África y el Mediterráneo oriental. Pero ambas rutas se veían obstaculizadas por las actividades de los piratas musulmanes de Mallorca y Menorca.
Así, el 10 de septiembre de 1229, Jaime I invadió Mallorca con unos 1.300 caballeros, además de un número indeterminado de escuderos y sargentos (soldados rasos) a bordo de unos 150 barcos, de los cuales una docena eran galeras de guerra. Fue la primera gran expedición naval de la naciente corona aragonesa. El rey tomó la ciudad principal de Medina Mayurqa (la actual Palma de Mallorca) el 31 de diciembre, pero los focos restantes de resistencia musulmana no se rindieron hasta mayo de 1232.

Estatua ecuestre de Jaime I, en Valencia.
Para entonces, Jaime el Conquistador ya había intimidado a Menorca para que aceptara su autoridad: el verano anterior, había ordenado a sus hombres que encendieran cientos de hogueras por la noche en Capdepera, el extremo oriental de Mallorca, para aparentar que había reunido una fuerza de invasión gigantesca. Los menorquines se convirtieron rápidamente en tributarios de la Corona de Aragón al firmar el Tratado de Capdepera el 17 de junio de 1231. Fue un momento decisivo en el surgimiento del poderío marítimo cataláno-aragones.
La puerta a la expansión comercial y militar hacia el sur y el este a través del mediterraneo se había abierto de par en par. Las Baleares están a casi 200 kilómetros de Cataluña y a tan solo 240 kilómetros de Argelia. Una vez conquistadas las islas, Cataluña, que por entonces incluía Montpellier y los condados del Rosellón y la Cerdaña en lo que hoy es el sur de Francia, se convirtió en el nexo de una red comercial muy fructífera que se extendía desde el norte de Europa hasta el norte de África.
(Continuara…)





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