viernes, 30 de septiembre de 2016

1863: Gangs of New York; (8ª parte): Llega el ejército.






Viene de aquí:


  Oh, señor, ¿cuando los insensatos políticos que nos gobiernan desde Washington escucharan nuestras quejas?


  Así rezaba el incendiario editorial de Marton Marble, editor y propietario del diario New York World el martes 14 de julio de 1863.


  Otros editoriales similares ayudaron a reanimar la hostilidad de los revoltosos contra  aquellos a quienes consideraban responsables de la situación, los lideres políticos e industriales que estaban a  favor de la libertad para los esclavos afroamericanos y su integración en la sociedad de New York.


  Buena parte de los propietarios de las más grandes empresas y comercios de la ciudad decidieron armar a sus trabajadores para resistir los ataques de  los manifestantes. En el area de Wall Street, un grupo de propietarios de pequeñas tiendas reunió y armó a una fuerza de 1200 voluntarios para proteger las vidas y haciendas de los ciudadanos.


  Por su parte, funcionarios federales se hacían con el control de los depósitos gubernamentales y los lingotes de oro y los trasladaban a Gobernor Island para dejarlo bajo el cuidado del ejercito federal.Los bancos privados decidieron entonces tomar las mismas precauciones, y comenzaron a sacar sus lingotes fuera de la ciudad en absoluto secreto.


  Los trabajadores de la Aduana y casa de cambio de New York  fortificaron el edificio con grandes balas de algodón cubriendo las ventanas, y colocando grandes frascos de acido sulfúrico en el techo, para arrojarlo sobre las cabezas de los alborotadores si se acercaban en demasía.


  Ningún empresario quería sufrir la suerte que había sufrido la sastrería “Hermanos Brooks”, que el sábado anterior había soportado el asalto de una turba enfurecida.


   Conocido y odiado por ser un empresario poco  amistoso y un tanto tramposo, la empresa de los hermanos Brooks había sufrido anteriormente varias huelgas, y además ,el Departamento de Justicia federal  había iniciado un expediente sancionador sobre la empresa debido al suministro masivo al ejercito de la Unión de uniformes de muy escasa calidad, y aun menor duración.


  A las 9:30 de la mañana del sábado, las primeras piedras y adoquines rompieron puertas y ventanas, y los alborotadores accedieron con facilidad a la tienda, saqueando y destrozando el interior.La llegada de una veintena de policías disolvió a los manifestantes, pero no antes que la tienda sufriera daños por un valor superior a los 60.000 dólares de la época, una autentica fortuna.


  La situación se presentaba tan preocupante que finalmente el gobernador estatal Seymour declaró el estado de insurrección en la ciudad, e invocó una ley estatal que ponía bajo control federal  la responsabilidad de restablecer el orden.


  Seymour se puso en contacto con el arzobispo católico de New York, John Hughes, para solicitarle que “ejerciera su poderosa influencia para detener los desordenes, y que sus deberes sagrados no se verían molestados de  ninguna manera por su ayuda a las autoridades civiles”


  El arzobispo Hughes había apoyado inicialmente a la administración republicana de Lincoln, pero tras la proclamación de la ley de emancipación ( que perjudicaba seriamente a los mas pobres de la ciudad,los irlandeses catolicos ), los más altos dirigentes de la iglesia católica neoyorquina habían rota las relaciones con los republicanos.


  El siguiente movimiento del gobernador Seymour consistió en enviar al general McClellan a los distritos de mayoría demócrata, para utilizar su influencia e intentar calmar los ánimos de los manifestantes.


  Pero Seymour no tenía ningún tipo de  relación con el jefe de la policia, Acton, y llevaba meses sin hablar con el alcalde Opdyke, un republicano del que sospechaba quería aprovechar los disturbios para apartarle del cargo.


  Al atardecer del martes,el alcalde Opdyke recibió la noticia de la inminente llegada de la ayuda militar prometida por el secretario de guerra de la unión, Edwin Stanton.Se trataba de cinco regimientos completos,que llegarían a New York desde Pennsylvania y Maryland.Al mismo tiempo, desde los medios de comunicación de corte republicano comenzaron a  lanzarse mensajes en los que se afirmaba que los disturbios no se trataban de simples manifestaciones violentas,sino de una autentica revolución, organizada por simpatizantes confederados residentes en  New York, que la ley marcial debía ser declarada en la ciudad y que tal revolución debía ser asfixiada antes de que se hiciera más poderosa y peligrosa para los intereses de la Unión.


  Mientras los políticos y figuras relevantes de ambos bandos demócratas y republicanos se enfrentaban a través de editoriales de periodicos,los manifestantes no perdían el tiempo,y comenzaron a  construir barricadas al este y oeste de Manhattan, usando para ello postes de telégrafo, carros, maderos, basura,adoquines,ladrillos,etc,todo lo que pudieron conseguir.


  La zona entre la 1ª avenida y el rio desde la avenida 11 hasta la calle 14 había sido siempre un feudo tradicional de los trabajadores irlandeses católicos, que votaban en masa a los demócratas, una zona absolutamente libre de republicanos.A las 6 y media de la tarde, los primeros soldados de la Unión hicieron su aparición.


  Una compañía de infantería, apoyada por un grupo de policías, se dirigió en perfecta formación hacia la barricada construida en el lado oeste. Descarga tras descarga, los soldados desalojaron a  los manifestantes de la barricada, mientras lanzaban a los soldados cualquier cosa que tuvieran a  mano, mientras los policías se ocupaban de abrir paso. Una descarga final terminó con la resistencia de los manifestantes, que huyeron en todas direcciones.


  Las fuertes lluvias que cayeron sobre New York la mañna del miércoles no detuvieron la violencia, y el día comenzó como había comenzado los días anteriores, con el asesinato de un hombre de color, un marinero llamado William Williams enrolado en el carguero Belvidere,que fue golpeado hasta la muerte tras cometer el error de entrar a preguntar una dirección a un almacén regentado por irlandeses.Solo un par de horas después, un bombero voluntario también de color, James Bornello,fue atrapado en la calle 32 por un gran grupo de manifestantes. Se defendió y consiguió terminar con la vida de uno de  los asaltantes, pero su resistencia ceso cuando fue apedreado y golpeado hasta la muerte. Despues, fue colgado de un árbol, y sus dedos cortados sirvieron de souvenir para algunos de sus asesinos.


  La masa se dirigió a continuación a tratar de incendiar  una manzana entera de edificios habitados por personas de color, pero las tropas del ejército  estaban allí esperando, y una descarga cerrada de los infantes termino con la vida de 23 manifestantes.


  Mientras los linchamientos y los saqueos continuaban por todo Manhattan, el Concejo Ciudadano de  New York se reunió de urgencia para discutir una medida que podia, si no terminar por completo con los incidentes, si atenuar sus consecuencias.


  La propuesta consistía en crear un fondo de 2,5 millones de dólares, que servirían para pagar los 300 dólares que cada “agraciado” en el sorteo  para el reclutamiento forzoso debía pagar si quería librarse de unirse al ejército de la Unión.


  Esta medida fue vista por algunos líderes republicanos como un soborno con el que se pretendía acallar la voz de los que se oponían al servicio militar obligatorio. El propio alcalde Opdyke se  opuso  la medida, y para ganar tiempo afirmó que debía esperarse  a la decisión de los tribunales sobre la legalidad o no de la ley de reclutamiento.


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