jueves, 12 de julio de 2018

Proyecto Azorian: (5ª parte); Piccard y el batiscafo.


 August y Jacques Piccard a bordo del batiscafo Trieste.

Viene de aquí:


  La idea de poder recuperar algún importante componente de un submarino soviético cargado de misiles balísticos con cabeza nuclear era como un regalo envenenado para los servicios de inteligencia estadounidenses.


  Sin saber la causa exacta por la que el submarino soviético se había hundido  de forma abrupta ,era una locura intentar extraerlo.


  Una explosión catastrófica  en superficie habria volatilizado cualquier cosa de valor militar y hubiera esparcido las partes en muchos kilómetros a la redonda, mientras una implosión submarina por efecto de la presión habría dejado gran cantidad de pequeños y retorcidos restos, como un rompecabezas prácticamente  imposible de montar de nuevo.


  Y todas esas cuestiones  (cual había sido la causa del hundimiento,si quedaba algo de valor,  si se podría recuperar, etc) solo podían ser respondidas analizando los restos del submarino, que se encontraban a mas de 5.000 de profundidad, muy lejos de la profundidad a la que los caros juguetes submarinos de la marina estadounidense eran capaces de llegar.


O quizás no.Quizas hubiera alguna opción.


  Explorar las profundidades marinas había estado siempre en las mentes de los científicos estadounidenses desde mediados de la década de los 50, cuando un grupo de ingenieros de la Oficina de Desarrollo Naval de la Armada USA había contactado con el inventor suizo Auguste Piccard, de 69 años, y su hijo Jacques.


  La armada USA llevaba años observando los "quijotescos” experimentos de los Piccard y su insistencia en llegar a explorar el fondo de los mares, siempre muy escasos de fondos pero sobrados de inteligencia e ingenio.


  Auguste Piccard era un físico que había colaborado con  Albert Einstein, y más tarde se habia dedicado a estudiar la estratosfera y los rayos cósmicos,llegando a la altura record de 15.971 metros en una cabina presurizada,la primera  de la historia en alcanzar tal altura.


  Pero fue su obsesión con los trabajos de William Beebe,un naturalista estadounidense  reconvertido en explorador oceánico patrocinado por la Sociedad Zoológica de New York los que hicieron que Piccard sénior pusiese sus ojos y cerebro en las profundidades marinas.

 William Beebe.


  En la década de los 30,Beebe había construido la batisesfera, una perfecta esfera de acero que podía transportar dos personas hasta una profundidad de 800 metros gracias a un cable de acero.

 Batiesfera de William Beebe.


  Beebe llevo a  cabo su primera prueba exitosa en junio de 1932, y paso los siguientes años estudiando los fondos marinos a través de los delgados ventanucos de vidrio de su esfera submarina. Aunque una vez que la esfera había llegado al fondo ya no podía moverse en ningun direccion, Beebe realizó numerosos descubrimientos, aunque estaba limitado por la cerrada oscuridad del fondo del mar,.y apenas podía ver lo que se movia a escasos centímetros de sus ventanucos.


  Piccard conoció a Beebe en 1933,en la feria mundial de Chicago, y ya no pudo quitarse de la cabeza lo que oyó de labios de Beebe.La esfera submarina pasó a convertirse en su nueva obsesion, asi que abandonó la exploración de los cielos para concentrarse en la exploración del fondo del mar.


En 1948, estaba preparado para probar su primer prototipo, el FNRS-II.


  El batiscafo de Piccard mejoraba ampliamente las capacidades de la batiesfera de Beebe.Las paredes eran mas gruesas,habia mucho mas espacio interior y usaba un enorme depósito de gasolina para añadirle mayor flotabilidad (la gasolina es más ligera que el agua salada).

 Batiscafo de Piccard.


  Para la inmersion, Piccard inundaba con agua un depósito situado en la parte superior del batiscafo, creando flotabilidad negativa.Cuando terminaba sus observaciones en el fondo marino, desprendía lastre y se restauraba la flotabilidad positiva, llevadno al esfera de vuelta a la superficie.


  La armada francesa compró el FNRS-II, y Piccard,ya con su hijo Jacques a su lado,comenzó a desarrollar su sucesor, el Trieste,denominado así por la ciudad italiana que había aportado fondos para su construcción como parte de un proyecto de relaciones públicas para dar a conocer la ciudad como un centro de modernidad y desarrollo científico.


  El Trieste era de mayor tamaño, casi dos veces mayor, y mucho más seguro. En 1953, August y Jacques saltaron a su interior,cerraron la escotilla y descendieron casi cuatro kilómetros hacia la profundidad del mar Mediterráneo.


  Pero a esa profundidad no se veía absolutamente nada, y no tardaron mucho en volver a la superficie.


  El dinero para continuar el desarrollo de las ideas de Piccard comenzó a  faltar, y un desanimado August estaba valorando abandonar sus investigaciones cuando la armada USA llamó a su puerta.


  En 1957, la oficina de desarrollo naval de la armada USA contrató a Piccard y su batiscafo Trieste para realizar 15 inmersiones en el mar Mediterraneo.Asi, August, y en ocasiones Jacques, se convirtieron en choferes de alta profundidad para decenas de científicos del Pentágono que no dejaban de hacer preguntas técnicas y de escribir notas sin cesar  en sus viajes a las profundidades marinas.


  Más tarde se conocería que en 8 de esas inmersiones se había estudiado por parte de los científicos USA la propagación del sonido bajo la superficie,algo que era la base del desarrollo del sistema SOSUS de hidrófonos submarinos.


  Tras termina el contrato, la armada USA estaba tan encantada con el resultado que decidió comprar el Trieste a los Piccard, y contrató de nuevo a ambos oceanógrafos para entrenar pilotos de batiscafo y servir como consultores de la Armada.


  Dos años mas tarde, el 23 de junio de 1960,un Trieste “tuneado” con August Piccard y el teniente naval USA Don Walsh se sumergieron  hasta casi 11 kilómetros hacia el punto más profundo del Pacífico conocido hasta entonces, en una zona de la Fosa de las Marianas conocida como el “Abismo Challenger”.

 August Piccard y Don Walsh en el interior del Trieste.


  El Trieste pasó solo 20 minutos en el fondo, mientras su tripulación miraba ansiosamente por las ventanas para tratar de divisar alguna desconocida criatura marina.Pero no vieron nada, y comenzaron el lento ascenso a  la superficie, en un viaje que duro 9 horas en total, viaje que ningún ser humano ( aparte del director cinematográfico James Cameron ) ha vuelto a repetir.

                           James Cameron iniciando el descanso a las profundidades.

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