“Necesitas comer para vivir ,y no vivir para comer".
Este antiguo dicho romano contiene una filosofía que, sin embargo, no todos en la antigua Roma seguían al pie de la letra. Mientras la aristocracia se deleitaba en lujosos banquetes en las espléndidas habitaciones adornadas con frescos de su domus, donde la comida se combinaba con otros refinamientos de la vida doméstica como representación del lujo y la ostentación, la mayoría de la población tenía que conformarse con comidas más modestas, a menudo consumidas en la calle o en lugares públicos. En muchos casos, literalmente, se comía para simplemente sobrevivir, sin poder permitírse las refinadas recetas de expertos cocineros y suntuosos almuerzos reservados a las clases más ricas.
La rutina alimentaria de los romanos sufrió transformaciones interesantes a lo largo de los siglos. En los años de República y en períodos anteriores, la cena – la comida principal – llegaba en las primeras horas de tarde, seguida de un frugal desayuno por la noche llamado vesperna.
A medida que la sociedad romana evolucionó desde una sociedad predominantemente agrícola a una sociedad de comerciantes ,los horarios de comida debieron adaptarse a los nuevos ritmos de la vida urbana. La mejora de las condiciones de habitabilidad de las viviendas, combinadas con la disponibilidad de mejor iluminación interna gracias a lámparas y candelabros, permitieron posponer la cena hasta la noche, transformándola en el momento más social e importante del día para los ciudadanos de alto rango.
Como nosotros hoy, incluso los antiguos romanos estructuraban su día alrededor de tres comidas principales. La primera, el lentaculum, correspondía a nuestro desayuno y se consumía entre las ocho y las nueve de la mañana (la tercera o cuarta hora del día romano).
Pero no había café , croissants o zumo de naranja: los romanos, retomando las costumbres de los griegos, se conformaban con un vaso de leche, unas cuantas galleta (adipata) bañadas en vino, o una salsa de ajo con higos y aceitunas.
Un esclavo especialmente entrenado anunciaba la hora de la comida matutina, que para los adultos podía también incluir carne, pan, queso. o huevos. Los niños que iban a la escuela, no muy diferente de los estudiantes de hoy, se detenían a menudo frente al local del pistor dulciarius ( el pastelero ) ,para comprar dulces recién horneado.
Alrededor del mediodía (la sexta o séptima hora) llegaba el momento del prandium, el antepasado de nuestro almuerzo. Era una comida rápida, que se comía a menudo de pie, que podríamos comparar con nuestro “almuerzo de trabajo”. ¿El menú? Principalmente sobras de la cena del dia anterior : verduras, pescado, huevos, champiñones y legumbres, etc.
Un ejemplo interesante nos viene de Séneca quien, en una carta a Lucilio, habla de que a veces se conforma con ser un hombre sencillo que se contenta con comer un poco de pan duro, pero en otras ocasiones no desdeña acompañar el pan con embutidos variados, verdura, frutas y una copa de buen vino.
Una de las numerosas hipotesis de la muerte de Plinio el Viejo nos lleva al pradium . Era costumbre de Plinio echarse una pequeña siesta después del prandium, tumbado al sol durante el verano. Esta costumbre resultó fatal para él durante la erupción del Vesubio en el año 79 d.C.: en lugar de ponerse a salvo inmediatamente en la costa de Stabiae, se detuvo para su siesta habitual después del almuerzo en la villa de su amigo Pomponiano, decisión que le costó la vida por efecto de los gases volcánicos.
No todos podían o querían volver a casa para el prandium, y así nació y se desarrollo una cultura del “comer fuera”.
Para tener una idea de la difusión de esta modalidad, vemos que, en Pompeya, a pesar de ser una ciudad de provincias, se encontraron 118 locales de restauración, de los cuales habia 20 solo en la Via Dell'Abbondanza, la arteria principal de la ciudad.
Esta proliferación de los lugares públicos atestigua no sólo que comer fuera se trataba de una necesidad práctica, sino también un verdadero cambio en los hábitos sociales de los romanos.
El termopolio representó la esencia del restaurante de comida rápida romano. La estructura arquitectónica de estos locales favorecía el servicio de comida rápida. El mostrador, normalmente de forma en L, presentaba algunos grandes dolia ( recipientes ) incrustados en el mármol del mostrador, en donde se podían guardar alimentos y bebidas en diferentes temperaturas.
Las excavaciones en Pompeya muestran numerosos ejemplos perfectamente conservados, como el termopolio de Vetutius Placidus, donde incluso se encontraron restos de comida carbonizada, que nos permitiría reconstruir cual era el “menú del día” pocas horas antes de la erupción del Vesubio. ( higos y pan ).
Originariamente simples estructuras de madera utilizadas como talleres de artesanos, las tabernae evolucionaron hasta convertirse en verdaderos locales especializados en la venta de vino al por menor (tabernae vinariae).
La estructura de estos locales incluía un mostrador de piedra abierto a la calle, con diversas cavidades para incluir dolias, ánforas y otros recipiente de comida y bebida.
Las mas grandes tabernae tenían cocina y sal para el consumo, así como letrinas, mientras que las pequeñas se limitaban servir vino, tanto para consumir in situ como para llevar.
Cada local tenia su propia personalidad. Por ejemplo, la caupona ( una especie de hostal que proporcionaba comida y alojamiento, aunque a veces también podia proporcionar otro tipo de "servicios") de Euxino y Justus, en la zona Regio I de Pompeya, era identificable por el fénix pintado a ambos lados de la puerta, mientras que la tabernae de Sittio, a lo largo del Vicolo del Lupanare, se destacaba por sus frescos de insinuantes escenas.
(Continuara…)
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