Viene de aquí:
Roger de Lauria venia al mundo el 17 de enero de 1245, hijo de Ricardo de Lauria y de Isabella Lancia de Amicis, dama de honor y niñera real de la única hija del rey Manfredo de Sicilia, Constanza de Hohenstaufen, conocida en fuentes aragonesas como Donna Bella.
Cuando las tropas güelfas de Carlos de Anjou terminaron con el reinado de Manfredo I de Sicilia en la batalla de Benevento, buena parte de los nobles gibelinos que habían sobrevivido a la lucha se exiliaron a la corte catalana.
Así, cuando Constanza marcho a Montpellier ( considerada parte de Cataluña aquellos años), Donna Bella y su hijo Roger marcharon con ella. Constanza se casó allí con el infante Pedro, el heredero al trono de Aragón, el 13 de junio de 1262, y posteriormente, también la siguió cuando el matrimonio se instaló en la corte del rey Jaime I el Conquistador, en Barcelona.
Cuando Roger llego a Barcelona, apenas contaba con 11 o 12 años de edad, y entablo una muy estrecha amistad con otro de los exiliados sicilianos, Conrado de Lancia.
El infante Pedro tomo a ambos muchacho bajo su protección, y los hizo instruir en un riguroso entrenamiento desde su llegada a la corte, lo que les inculco una firme lealtad al infante.
Su instrucción no se limitó solo al ámbito físico y militar, a los fundamentos de la caballería y el combate caballeresco, también se les confió su educación a un maestro que los habria instruido en todos los hábitos y costumbres propias de un caballero.
Habrían aprendido la etiqueta aristocrática y el código caballeresco de la época mientras vivían en la corte y comían juntos en el gran salón de su señor. Su maestro también les habría instruido en latín para que pudieran comprender los fundamentos del gobierno, la jurisprudencia, la diplomacia y la doctrina de la Iglesia.
Su tiempo libre se habría dedicado a la principal actividad recreativa de la nobleza medieval: la caza. Reservada casi exclusivamente a la aristocracia, la caza era una actividad que también se consideraba podía proporcionar un valioso entrenamiento para la guerra, ya que perfeccionaba las habilidades marciales, incluyendo la equitación y el tiro con arco.
Pero la mayor parte de su entrenamiento, especialmente al acercarse a la mayoría de edad (normalmente alrededor de los dieciséis años), debía estar dedicado a las artes militares, ya que estos jóvenes nobles estaban destinados a ser guerreros de la corona.
Esto implicaba el dominio de los dos componentes principales del combate caballeresco: la equitación y la lucha cuerpo a cuerpo. Seguro que ambos jóvenes pasaron agotadoras horas diarios aprendiendo a controlar con destreza a los corceles (caballos de guerra de entre 15 y 16 manos) en situaciones de combate, mientras empuñaban diversas armas, desde una espada de doble filo de casi un metro de largo hasta la lanza de casi tres metros de largo. Y lo habrían hecho cargados con una armadura de entre 15 y 23 kilos, que incluiría una cota de malla, quizás alguna armadura de placas y el gran yelmo cilíndrico de cima plana, con estrechas mirillas que a menudo dificultaban la visibilidad. Un escudo curvilíneo de madera (de forma triangular), reforzado con bandas de cuero o metal y colgado del hombro, completaba el conjunto.
Manipular todo este equipo bajo la presión del combate debía ser extremadamente agotador mental y físicamente, y adquirir la fuerza y la resistencia necesarias seguro que requirió años de práctica intensiva.
Así, Roger y Conrado quizás ya estuvieran suficientemente preparados como para participar en la campaña del rey Jaime el Conquistador para someter Murcia (una región costera al sur del Reino de Valencia) en 1265.
El cronista castellano Gutierre Diez de Games describe la vida en campaña militar del caballero, muy alejado del oropel de los salones del castillo real y los festines en los salones de la nobleza :
“Los caballeros que están en la guerra comen su pan con tristeza; su tranquilidad es cansancio y sudor; tienen un buen día después de muchos malos; están comprometidos con todo tipo de trabajo; se tragan siempre su miedo; se exponen a todo peligro; entregan sus cuerpos a la aventura de la vida en la muerte. Pan o galleta mohosa, carne cocida o cruda; Hoy comían lo suficiente y mañana nada, poco o nada de vino, agua de un estanque o de un tonel, alojamientos deficientes, el refugio de una tienda o ramas, una cama deficiente, dormir mal con la armadura aún a la espalda, cargada de hierro, el enemigo a una flecha de distancia”
Seguramente en los pensamientos de Roger había dolor por la muerte en combate de su padre, y seguro que también deseo de venganza. Pero en esos momentos pertenecía a la corte de Aragón, como lo habían hecho desde el verano de 1262, cuando la infanta Constanza se casó con el infante Pedro en Montpellier.
Su lealtad a los futuros reyes de Aragón debía prevalecer sobre cualquier pensamiento de venganza, al menos por el momento. El propio Pedro acabaría defendiendo la reivindicación de Constanza al Reino de Sicilia como legítima heredera Hohenstaufen del trono de su padre, pero no podía hacer nada por el momento. Él no era el rey. Su padre, Jaime el Conquistador, aún portaba la Corona de Aragón y tenía las manos atadas por el Tratado de Corbeil de 1258, que lo obligaba a permanecer neutral en el conflicto entre el papado y los Hohenstaufen a cambio de la aquiescencia papal a una alianza matrimonial con la corona de los Capetos de Francia.

Estatua ecuestre de Jaime I, en Palma de Mallorca.
Si Manfredo hubiera sido realmente el último heredero de los Hohenstaufen, Benevento podría haber sido la última batalla que Carlos de Anjou hubiera tenido que librar para asegurar su reino; y quizás la Corona de Aragón nunca habría tenido motivos para intervenir ante la insistencia de los gibelinos exiliados en su reino.
Después de todo, la victoria de Anjou, de un solo golpe, prácticamente había vencido a la jerarquía de los Hohenstaufen en Sicilia. La esposa de Manfredo, la reina Elena, su hija Beatriz y tres hijos bastardos habían sido encarcelados en el Castillo del Parque de Nocera; y toda la resistencia gibelina había sido sometida e intimidada.

Restos del castillo de Nocera.
La mayoría de las ciudades y territorios del reino, incluida Sicilia, se habían sometido sin oponer resistencia. Incluso la formidable flota de Manfredo se habia rendido sin lucha. Carlos había apaciguado gran parte de la animosidad de la oposición ofreciendo una amnistía general, de la que incluso partidarios tan leales de los Hohenstaufen como los Lancia se habían acogido, aunque tras pasar una breve temporada en prisión.
Pero Manfredo no era el último de su linaje: su sobrino Conradino no solo estaba vivo y a salvo con su madre, Isabel de Wittelsbach, bajo la protección de su tío, el duque Luis II de Alta Baviera, sino que también se acercaba a la mayoría de edad, e iba a convertirse en el centro de una cascada de desafíos al gobierno de Carlos que finalmente darían paso al almirante aragonés que resultaría ser la ruina de Anjou.
A pesar de los votos de fidelidad forzados, la campaña para arrebatarle la corona de Sicilia a Carlos de Anjou y colocarla sobre la cabeza de Conradino comenzó apenas meses después de Benevento. Y allí estaba la Casa de Lancia.
Galvano, el patriarca de la familia y tío del rey Manfredo, había sido partidario de los Hohenstaufen desde antes de que el emperador Federico II lo nombrara juez mayor de Sicilia en 1240. Era el noble gibelino mas importante de los que se dirigieron a Baviera en el verano de 1266, con la esperanza de convencer a Conradino de que reclamara la corona de Sicilia.
Pero fueron Galvano di Lancia, junto con su hermano Federico, quienes se convertirían en cruciales para conseguir el apoyo militar a la empresa.
El papa Clemente IV se enteró de la migración de nobles gibelinos descontentos a la corte bávara y trató de evitar lo inevitable. Emitió una bula papal el 18 de septiembre, amenazando con la excomunión a cualquiera que conspirara en nombre de Conradino.
Pero fracasó en su propósito. Al mes siguiente, en Augsburgo, el último heredero Hohenstaufen al trono de Sicilia proclamó su intención de marchar hacia el sur y tomar posesión de lo que creía que le pertenecía por derecho de nacimiento.
(Continuara…)
.jpg)
.png)


.jpg)

No hay comentarios:
Publicar un comentario