lunes, 25 de enero de 2021

1943: Objetivo Teherán; Operación Gran Salto (I)

 


 Winston Churchill no se fiaba. La preocupación del primer ministro británico sobre su seguridad personal habían comenzado a incrementarse cuando el avión en el que viajaba desde el Cairo se disponía a aterrizar en el aeropuerto Gale Morgheb, en las afueras de la capital iraní, Teherán, a las 11 de la mañana del 27 de noviembre de 1943.

Aviones estadounidenses en el aeropuerto de Gali Morgheb, en escala tecnica de su ruta a la URSS para llevar equipamiento militar y suministros.

 
Hasta hacia poco tiempo, Churchill había tenido la esperanza de entrar de puntillas en la capital iraní sin ser visto, para poder participar en la conferencia secreta de cuatro días de duración que iba a comenzar al día siguiente junto al presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y el primer ministro soviético Josif Stalin.

  Iba a ser la primera reunión cara a cara entre los 3 lideres del mundo libre,en sesiones que determinarían la estrategia general aliada para el impulso final a través de Europa.

  Pero la intencion de Churchill de pasar inadvertido se había venido abajo cuando momentos después de bajar del avión, se encontró frente a una pequeña ceremonia de bienvenida organizada por el embajador británico en Teherán.

  Pero la ceremonia resulto ser simplemente un problema menor comparándolo con el que se encontró el automóvil que transportaba al premier Churchill cuando salió del aeropuerto y se incorporo al caotico trafico de Teherán.

  La carretera estaba guarnecida a cada 50 metros de ceñudos jinetes  iraníes, sentados en lo alto de sus monturas y ataviados con coloridos uniformes, similares a los utilizados en operas cómicas.

  El improvisado “desfile” continuó durante los cinco kilómetros que separaban el aeropuerto de la embajada  británica, y el ya de por si furioso Churchill escribiría en sus memorias que el llamativo despliegue era  "todo un anuncio a las personas malvadas de que alguien importante llegaba a Teherán”.

  La aprensión de Churchill llego a algo parecido al pánico cuando su coche giró una esquina para dirigirse al complejo de la embajada y el coche se encontró con una barricada, obligándolo a detenerse de inmediato.Churchill, sentado en la parte trasera del coche descapotable, sintió en ese momento que seguramente tenia dibujada en la espalda una diana.

Embajada britanica en Teheran, 1943.
  

  “No había ninguna posibilidad de defensa si dos o tres hombres decididos aparecían con pistolas o granadas de mano”.

  En contraste, cuando el avion C-54 de Roosevelt aterrizaba a las 3 de la tarde, ese mismo dia,no hubo ningún tipo de ceremonia, y el automóvil que trasladaba al presidente USA, con ventanillas a prueba de balas, recorrió los 5 kilómetros de vacías calles hasta la embajada estadounidense en las afueras de Teherán.

  El plan para la seguridad del presidente estadounidense había sido diseñado por Michael Reilly, un corpulento exjugador de futbol americano por la universidad de Montana, de 33 años de edad, un típico policía de origen irlandés, con más fuerza que cerebro (como solía decir el mismo Reilly), quien dirigia el servicio de escolta del presidente Roosevelt.

Michael Reilly junto al presidente Roosevelt.
  

  Apenas había terminado de instalar al presidente en su residencia privada del segundo piso de  la embajada estadounidense cuando Reilly fue avisado de que el general Dimitri Arkadiev, un oficial del NKVD, la policía secreta soviética, se encontraba en el primer piso y deseaba hablar con él.

  Reilly ya conocía a Arkadiev de un viaje anterior a Teherán, y aparentemente se habia establecido algún tipo de cooperación entre ambos servicios secretos.

  Reilly creía que el general soviético iba  a avisarle de la llegada de Stalin a la embajada soviética ese mismo día, en donde se celebrarian las sesiones de la conferencia, y para confirmar los términos de un acuerdo que ambos habían tomado días antes: media docena de agentes del servicios secreto estadounidense trabajarían con sus colegas soviéticos en la seguridad de la embajada sovietica.

Embajada de la URSS en Teheran, 1943.

   Durante las anteriores semanas a la celebración de la conferencia, los soviéticos, que tenían la presencia militar mas nutrida en Teheran,habian reforzado sus tropas con 3.000 soldados adicionales liderados por el general Krulev ,y un escuadrón de oficiales de inteligencia para vigilar y monitorizar Teherán y sus alrededores.

Tropas de la URSS en las calles de Teheran, tras invadir Iran en agosto de 1941.

 
Pero cuando Reilly se encontró con el general Arkadiev, el corazón le dio un vuelco.Reilly supo de inmediato que el motivo de la visita del general Arkadiev no era para discutir sobre medidas administrativas o de protocolo.

  Con rostro sombrío y sus inexpresivos ojos , Arkadiev informo a Reilly que durante los últimos días, los alemanes habían lanzado 38 paracaidistas alrededor de Teherán.

 Tras la confesion, el general Arkadiev hizo una pausa dramática antes de continuar hablando en voz baja, asegurando que sus hombres habían capturado a los 38 paracaidistas alemanes.

Algunos de los paracaidistas alemanes capturados.
  

 Reilly suspiro aliviado.Cuando se sintió capaz de hablar, solto la primera pregunta que le vino a la mente: ¿estás seguro que eran 38 ?

 “Absolutamente seguro .Interrogamos a fondo a los 38”.Reilly sostuvo la mirada de Arkadiev sintiéndose feliz de no haber presenciado los interrogatorios a fondo que acostumbraban a hacer los servicios secretos soviéticos.

  Pero para Reilly, era difícil ser crítico con los métodos sovieticos,teniendo en cuenta que la amenaza había sido suprimida y su presidente Roosevelt estaba a salvo.

  Reilly pensó  que quizas había sido la insistencia del presidente Roosevelt durante la conferencia de Casablanca de enero de 1943 en que la guerra terminaría solo con la rendicion incondicional de los países del Eje, insistencia que había estimulado a los alemanes a lanzar sobre Irán a 38 paracaidistas procedentes todos ellos de Creta en una misión puramente de asesinato.

Roosevelt y Churchill en la Conferencia de Casablanca.
  

  Entonces, el general Arkadiev afirmó que en el transcurso del interrogatorio, los paracaidistas prisioneros habían revelado que los rusos no habían capturado a todos los paracaidistas. Faltaban seis.

  Seis comandos fuertemente armados seguían libres, en Teherán o en sus cercanías. Y el general Arkadiev confesó que no sabía dónde estaban o donde tenían intención de atacar a los lideres mundiales.

A Reilly se le helo la sangre en las venas.


 

(Continuara…)

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