August y Jacques Piccard a bordo del batiscafo Trieste.
Viene de aquí:
La idea de poder recuperar algún importante componente de un submarino soviético cargado de misiles balísticos con
cabeza nuclear era como un regalo envenenado para los servicios de inteligencia
estadounidenses.
Sin saber la causa exacta por la
que el submarino soviético se había hundido
de forma abrupta ,era una locura intentar extraerlo.
Una explosión catastrófica en superficie habria volatilizado cualquier
cosa de valor militar y hubiera esparcido las partes en muchos kilómetros a la redonda, mientras una implosión submarina
por efecto de la presión habría dejado gran cantidad de pequeños y retorcidos restos,
como un rompecabezas prácticamente imposible de montar de nuevo.
Y todas esas cuestiones (cual había sido la causa del hundimiento,si
quedaba algo de valor, si se podría recuperar, etc) solo podían ser respondidas
analizando los restos del submarino, que se encontraban a mas de 5.000 de profundidad,
muy lejos de la profundidad a la que los caros juguetes submarinos de la marina
estadounidense eran capaces de llegar.
O quizás no.Quizas hubiera alguna
opción.
Explorar las profundidades
marinas había estado siempre en las mentes de los científicos estadounidenses
desde mediados de la década de los 50, cuando un grupo de ingenieros de la Oficina de Desarrollo Naval de la Armada USA había contactado
con el inventor suizo Auguste Piccard, de 69 años, y su hijo Jacques.
La armada USA llevaba años
observando los "quijotescos” experimentos de los Piccard y su insistencia en
llegar a explorar el fondo de los mares, siempre muy escasos de fondos pero sobrados de inteligencia e ingenio.
Auguste Piccard era un físico que había
colaborado con Albert Einstein, y más tarde se habia dedicado a estudiar la
estratosfera y los rayos cósmicos,llegando a la altura record de 15.971 metros
en una cabina presurizada,la primera de la historia en alcanzar tal altura.
Pero fue su obsesión con los trabajos de William Beebe,un naturalista
estadounidense reconvertido en explorador oceánico patrocinado por la Sociedad Zoológica de New York los que hicieron que Piccard sénior pusiese sus ojos y
cerebro en las profundidades marinas.
William Beebe.
En la década de los 30,Beebe había
construido la batisesfera, una perfecta esfera de acero que podía transportar
dos personas hasta una profundidad de 800 metros gracias a un cable de acero.
Batiesfera de William Beebe.
Beebe llevo a cabo su primera prueba exitosa en junio de
1932, y paso los siguientes años estudiando los fondos marinos a través de los
delgados ventanucos de vidrio de su esfera submarina. Aunque una vez que la
esfera había llegado al fondo ya no podía moverse en ningun direccion, Beebe
realizó numerosos descubrimientos, aunque estaba limitado por la cerrada oscuridad
del fondo del mar,.y apenas podía ver lo que se movia a escasos centímetros de
sus ventanucos.
Piccard conoció a Beebe en 1933,en
la feria mundial de Chicago, y ya no pudo quitarse de la cabeza lo que oyó de labios de Beebe.La esfera submarina pasó a convertirse en su nueva obsesion, asi
que abandonó la exploración de los cielos para concentrarse en la exploración del
fondo del mar.
En 1948, estaba preparado para
probar su primer prototipo, el FNRS-II.
El batiscafo de Piccard mejoraba
ampliamente las capacidades de la batiesfera de Beebe.Las paredes eran mas
gruesas,habia mucho mas espacio interior y usaba un enorme depósito de gasolina
para añadirle mayor flotabilidad (la gasolina es más ligera que el agua salada).
Batiscafo de Piccard.
Para la inmersion, Piccard inundaba
con agua un depósito situado en la parte superior del batiscafo, creando flotabilidad
negativa.Cuando terminaba sus observaciones en el fondo marino, desprendía
lastre y se restauraba la flotabilidad positiva, llevadno al esfera de vuelta a
la superficie.
La armada francesa compró el
FNRS-II, y Piccard,ya con su hijo Jacques a su lado,comenzó a desarrollar su sucesor,
el Trieste,denominado así por la ciudad italiana que había aportado fondos para
su construcción como parte de un proyecto de relaciones públicas para dar a conocer
la ciudad como un centro de modernidad y desarrollo científico.
El Trieste era de mayor tamaño,
casi dos veces mayor, y mucho más seguro. En 1953, August y Jacques saltaron a su
interior,cerraron la escotilla y descendieron casi cuatro kilómetros hacia la
profundidad del mar Mediterráneo.
Pero a esa profundidad no se veía
absolutamente nada, y no tardaron mucho en volver a la superficie.
El dinero para continuar el desarrollo
de las ideas de Piccard comenzó a faltar,
y un desanimado August estaba valorando abandonar sus investigaciones cuando la
armada USA llamó a su puerta.
En 1957, la oficina de desarrollo
naval de la armada USA contrató a Piccard y su batiscafo Trieste para realizar
15 inmersiones en el mar Mediterraneo.Asi, August, y en ocasiones Jacques, se convirtieron
en choferes de alta profundidad para decenas de científicos del Pentágono que
no dejaban de hacer preguntas técnicas y de escribir notas sin cesar en sus
viajes a las profundidades marinas.
Más tarde se conocería que en 8
de esas inmersiones se había estudiado por parte de los científicos USA la propagación
del sonido bajo la superficie,algo que era la base del desarrollo del sistema
SOSUS de hidrófonos submarinos.
Tras termina el contrato, la
armada USA estaba tan encantada con el resultado que decidió comprar el Trieste
a los Piccard, y contrató de nuevo a ambos oceanógrafos para entrenar pilotos de
batiscafo y servir como consultores de la Armada.
Dos años mas tarde, el 23 de
junio de 1960,un Trieste “tuneado” con August Piccard y el teniente naval USA Don Walsh se sumergieron hasta casi 11 kilómetros hacia el punto más profundo del Pacífico
conocido hasta entonces, en una zona de la Fosa de las Marianas conocida como el
“Abismo Challenger”.
August Piccard y Don Walsh en el interior del Trieste.
El Trieste pasó solo 20 minutos
en el fondo, mientras su tripulación miraba ansiosamente por las ventanas para
tratar de divisar alguna desconocida criatura marina.Pero no vieron nada, y comenzaron el lento ascenso a la superficie, en un
viaje que duro 9 horas en total, viaje que ningún ser humano ( aparte del
director cinematográfico James Cameron ) ha vuelto a repetir.
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