lunes, 24 de febrero de 2025

1808 ; Napoleon : 2ª guerra peninsular (6ª parte)

 

"Emboscada de voltigeurs", obra de Felicie Fournier.

Viene de aquí :

  Al anochecer, el ejercito de Blake, al que apenas le quedaba 12.000 hombres, marchaba hacia Reinosa. Pero encontraron el paso bloqueado por las tropas del mariscal Soult, que cayeron sobre la retaguardia española apoderándose de toda la artilleria y la mayor parte del aprovisionamiento.

  Con los cuerpos de ejercito de Lefevre y Victor también en su búsqueda, a Blake solo le quedaba una opción, dirigirse hacia el norte y después girar hacia el sudoeste en dirección  a la ciudad de León.

 A través de la incesante lluvia y atravesando algunas de las montañas mas altas de la península ibérica, las soldados  de Blake, hambrientos, enfermos , sin apenas armas y municiones ,llegaban a León.

 El marqués de la Romana, que había sumido el mando de la defensa de la ciudad escribía el día 9 de diciembre :

“ He conseguido reunir 20.000 hombres, pero no puedo realizar ninguna maniobra ofensiva ya que no tengo caballería y mis soldados apenas disponen de 40 cartuchos para cada uno. Muchos no tienen armas, ya que las abandonaron en su huida de Reinosa,y  ni siquiera hay cacerolas para preparar la comida. No hay ni una moneda en las arcas del pagador, y las tropas no han recibido su paga desde hace dos meses."

Soldados y oficiales del Regimiento "Zamora", integrado en la Division del marques de La Romana.
 

 Además del ejercito de Blake, el otro objetivo de Napoleón era la concentración de  fuerzas españolas desplegadas en el sur y este de Navarra. Las noticias de la ocupación y saqueo de Burgos por las tropas napoleónicas deberían haber obligado al alto mando español a enviar urgentemente en dirección  a Madrid al ejercito del Centro  y a parte del ejercito de Reserva que no era necesario mantener en la defensa de Zaragoza.

  Pero las constantes disputas entre Palafox y Castaños dilataron los movimientos necesarios en una semana, hasta que la intervención de  una comisión enviada por la Junta Central consiguió pone de acuerdo a ambos generales, que dispusieron concentrar sus fuerzas en una larga línea que iba desde Tudela, en Navarra, hasta Tarazona, a la sombra del Moncayo, más de 20 kilómetros de distancia que debian ser defendidos por menos de los 40.000 soldados que se había previsto reunir.

 

 Cuando los franceses atacaron en la mañana del 23 de noviembre, la mayor parte del ejercito de reserva aun no había llegado a sus posiciones defensivas. Concentrando todo su poder ofensivo sobre el flanco derecho español, las tropas francesas rompieron la línea sin apenas dificultad.

 

  Lo único que evito el desastre total fue que las tropas del mariscal Ney no llegaron hasta el día 26, permitiendo que dos divisiones del ejercito de Reserva lograran llegar a Zaragoza sin demasiada dificultad, uniéndose a ellos la división de Valencia del general Llamas.

  Las divisiones andaluzas del ejercito del Centro , bajo mando de Castaños ,consigueron reagruparse en Calatayud, desde donde se dirigieron hacia el sur.

  Castaños tenía esperanzas de poder salvar Madrid de caer en manos napoleónicas, pero tenía muy pocas opciones de llegar antes que los franceses.

 

  Y Napoleon tampoco iba a dar ninguna opción. Antes de llegar incluso a  Tudela, había enviado hacia Madrid un ejercito de  45.000 hombres.

  Con una guarnicion de  12.000 veteranos de la batalla de  Bailen, y sin apenas fortificaciones, Madrid era un objetivo sumamente fácil para Napoleon. Con los ejercitos españoles en retirada, todo lo que se interponía en el camino de Napoleón era la Sierra de Guadarrama. Con una longitud de unos 80 kilómetros a través del corazón de España central, las montañas ofrecían a Madrid una barrera defensiva natural en el norte. 

 

 En la capital, el general Benito San Juan se dio cuenta rápidamente de que una vez que los franceses hubieran cruzado las montañas, no tendría ninguna posibilidad de mantener la ciudad, que ya estaba sumida en un creciente estado de pánico. San Juan era un oficial experimentado y capaz que había comandado la guardia personal del primer ministro español Manuel de Godoy. Para tratar de detener a los franceses reunió una fuerza  de unos 21.000 soldados y milicianos con 16 cañones y comenzó a hacer planes para una defensa indirecta en las montañas.

 Había dos pasos principales, así que ambos tendrían que ser defendidos. El paso de Guadarrama se encontraba al noroeste de Madrid, y San Juan predijo prudentemente que Bonaparte preferiría seguir la carretera principal hacia el sur que salía desde Burgos y subiría por el paso cerca del pueblo de Somosierra. Era la opción más rápida y directa, y el comandante español dividió sus fuerzas en consecuencia.

  Mientras enviaba 9.000 hombres a proteger el Paso de Guadarrama, 7.500 españoles y los 16 cañones estaban preparados para enfrentarse a los franceses en Somosierra. Los hombres restantes fueron enviados a una posición avanzada al norte de las montañas en Sepúlveda, a unos 30 kilometros de Somosierra.

 Para los españoles, que estaban en inferioridad numérica, el Paso de Somosierra ofrecía un terreno ideal para una defensa fuerte. El camino que atravesaba el paso serpenteaba seis kilómetros a través de las montañas, subiendo 300 metros en altitud y cruzando varios arroyos a su paso. Después de un ascenso suave durante los primeros kilómetros, el camino se empinaba bruscamente al entrar en un desfiladero cada vez más estrecho. Una serie de espolones rocosos sobresalían de las montañas a ambos lados del camino a medida que se acercaba a la cima donde, a una altitud de 1.450 metros, se encontraba la Ermita de Nuestra Señora de la Soledad. Desde ese punto, el terreno se nivelaba antes de comenzar un descenso gradual más allá del pueblo de Somosierra. 

Ermita de Nuestra Señora de la Soledad, Somosierra.
 

  San Juan dividió sus cañones en cuatro baterías. En la cima, donde el desfiladero se ensanchaba y el terreno se nivelaba, montó diez cañones detrás de una fortificación improvisada con 2.000 hombres.

  Tres baterías más pequeñas de dos cañones cada una (lo único que cabía a lo largo del estrecho camino) se montaron a intervalos regulares de unos 500 a 700 metros, la primera de las cuales se encontraba a la entrada del paso, detrás del puente de piedra que cruzaba un pequeño arroyo de montaña llamado Duratón.

 Las laderas rocosas a lo largo del camino eran empinadas y estaban llenas de árboles y vegetación, pero aún eran transitables para la infantería, y fue allí, frente a la entrada del paso, donde San Juan colocó a la mayoría de sus hombres.

 Mientras los franceses avanzaban hacia el sur, en dirección a Madrid, la vanguardia española en Sepúlveda abandono sus posiciones y se desvaneció sin luchar y, el 29 de noviembre, Bonaparte y sus fuerzas estaban en Bodeguillas, a sólo 24 kilómetros al norte del paso.

 Al día siguiente, a primera hora de la mañana, el emperador salió a caballo con su estado mayor para reconocer el paso y completar sus planes para la batalla que se avecinaba. Iba acompañado de un destacamento de caballería de la guardia que incluía a los Chasseurs à Cheval y los Chevau-Légers Polonais. Su escuadrón de guardia esa mañana era el 3.º Escuadrón de los Chevau-Légers, comandado por Jan Kozietulski.


 

(Continuara…)

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